Publicada: 26-08-2013
El misionero propone y Dios dispone
El sacerdote comboniano Lorenzo Díez Maeso nació el 25 de noviembre de 1949 en la provincia de Palencia, España. Este
misionero español nos invita a conocer los pormenores de su vocación y
posterior ministerio.
Ingresé al seminario comboniano para
estudiar la secundaria como a los 12 o 13 años en Saldaña, que se encontraba
a seis kilómetros de mi pueblo. «Fue culpa de mi madre», digo esto de broma porque
en mi pueblo sólo había un jardín de niños y dos escuelas primarias; había
que ir en bicicleta a la secundaria a Saldaña y ahí estaban instalados los combonianos que, en ese entonces, pertenecían a la rama
alemana. Mi madre me dijo: «Te vas allá con los alemanes». Llegué con los combonianos porque los inviernos eran muy crudos para
trasladarse. ¡Imagínense cuáles eran los motivos, pero Dios se vale de
cualquier cosa!
Yo no estaba muy seguro, pero mi madre me convenció. Después continué
los estudios y me contagié de este ambiente misionero. Todos los años llegaban
misioneros combonianos de la rama alemana, venían
de Perú o Sudáfrica a contarnos sobre su trabajo en la misión, y algunos de
ellos dejaron en mí una profunda huella, entonces me cuestioné: «¿por qué no continúo
yo en esta labor?». Casi al terminar la secundaria estaba indeciso si seguía
o no, pero al final de un verano regresé, y la verdad no me arrepiento.
Después de mi noviciado, yo quería ir a Sudáfrica, pero lo más lejos
que me tocó ir fue a Londres a estudiar Teología. El 7 de agosto de 1977 me
ordenaron sacerdote y luego fui asignado al seminario menor de Saldaña, donde
había estado cuando era muchacho. Ahí permanecí hasta 1983; en ese año había
pedido ir a Sudáfrica, pero me enviaron a Perú. Desde mi teologado me había «contagiado con el virus africano», pero Dios sabe por qué hace las
cosas y siempre me mantuve contento. La primera etapa fue en los Andes, en
Tarma, durante seis años. Ahí había un bonito ambiente de comunidad y yo me
dedicaba a visitar las comunidades y los pueblos.
En Tarma sucedió algo muy curioso. La primera misa de los domingos
que se celebraba en la comunidad era a las seis de la mañana, para mí era
todo un reto levantarme para abrir la puerta antes y pensé cambiar el horario
de la misa. A esa hora venía gente de otras comunidades que llegaba a vender
papa, trigo o arroz. Lo que me impactó fue que un día, al abrir la puerta a
las 5.30 de la mañana encontré a una ancianita que decía tener 100 años. Ella
me contó que era de una comunidad cercana, pero como venía despacito se
levantaba a las dos de la madrugada. Para aliviar mi conciencia le pregunté: «¿Y
por qué viene?, si no es obligatorio para usted que venga». Pero ella contestó
que la misa comunitaria era muy bonita y que eso la hacía sentir viva. Entonces
me dije: «Lorenzo, no cambies la misa». Esto me enseñó que hay gestos
importantes y sencillos para la gente.
Después de Tarma, fui enviado como formador al seminario de Lima y
estuve cuatro años. En realidad yo sentía que lo mío era la pastoral, pero,
el hombre propone y Dios dispone. Después de realizar el curso de actualización
en Roma, y que ahora se conoce como «Año comboniano»,
me llamó el superior general, que en ese entonces era el padre David Glenday, y me dijo: «¿a dónde quieres ir de formador a
Chicago o a Londres?». contesté que a ninguno de esos sitios, pero
recapacitando le dije que a Londres porque al menos lo conocía. Al día
siguiente vuelve a llamar y me dice: «Bueno, te vas a Chicago». En el teologado de Chicago estuve muy contento de 1993 a 1999. Luego
fui a España en el 2000 porque mi papá había fallecido y mi mamá estaba muy
mal. Finalmente, en 2001 falleció mi madre, y en 2003 regresé a Perú; ¡pasaron
10 años desde que me había ido!
En Perú me asignaron como vicario en Chorrillos y después como párroco.
Luego fui a Arequipa por dos años y medio y regresé a Chorrillos en 2009 como
vicario. Es una parroquia que camina bastante bien por el trabajo que se ha
hecho desde años atrás con el Plan de Renovación Parroquial. Está bien estructurado
y hemos logrado que el trabajo lo lleven adelante los laicos; si no fuera por
el equipo de laicos comprometidos, no saldríamos adelante. Son más de 400 y
están bien preparados, conocen bien el plan y todo lo hacen ellos, eso es lo
bonito de esta parroquia.
Con el trabajo de hormiga y sacrificado, y aparentemente nada
importante de tantos laicos que hay aquí esto sale adelante. He experimentado
que cuando alguien del equipo de laicos se va o se casa, siempre anda alguien
por ahí que parecía no hacer mucho, y que cuando se le asigna una
responsabilidad nos damos cuenta que teníamos «una joya en bruto». ¡Abramos
los ojos para ver esas joyas y démosles una pulidita!
Por: Fernando DE LUCIO
|