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Publicada: 17-02-2021

 

Mensaje del Papa para la Cuaresma

Partiendo de la cita evangélica «Mirad, estamos subiendo a Jerusalén…» (Mt 20, 18), con el que Jesús anuncia “a sus discípulos su pasión, muerte y resurrección, para cumplir con la voluntad del Padre”, el Santo Padre ha querido en su mensaje de este año centrarse en las tres virtudes teologales, por ellos tituló su mensaje como “Cuaresma: un tiempo para renovar la fe, la esperanza y la caridad”.
La fe, “nos llama a acoger la Verdad y a ser testigos, ante Dios y ante nuestros hermanos y hermanas”. Una Verdad que “es Cristo mismo que, asumiendo plenamente nuestra humanidad, se hizo Camino —exigente pero abierto a todos— que lleva a la plenitud de la Vida”.
“El ayuno vivido como experiencia de privación, para quienes lo viven con sencillez de corazón lleva a descubrir de nuevo el don de Dios y a comprender nuestra realidad de criaturas que, a su imagen y semejanza, encuentran en Él su cumplimiento”.
La esperanza es, explica el Papa Francisco, como “agua viva” que nos permite continuar nuestro camino. Y es que “el tiempo de Cuaresma está hecho para esperar, para volver a dirigir la mirada a la paciencia de Dios, que sigue cuidando de su Creación, mientras que nosotros a menudo la maltratamos”.
“La caridad, vivida tras las huellas de Cristo, mostrando atención y compasión por cada persona, es la expresión más alta de nuestra fe y nuestra esperanza”, dice el Papa sobre la tercera virtud teologal. Quien vive la caridad se alegra de ver que el otro crece y sufre, “cuando el otro está angustiado: solo, enfermo, sin hogar, despreciado, en situación de necesidad…”. Por eso, vivir una Cuaresma de caridad en el momento actual es “cuidar a quienes se encuentran en condiciones de sufrimiento, abandono o angustia a causa de la pandemia de COVID-19”. Concluye el Papa Francisco su mensaje recordando que “cada etapa de la vida es un tiempo para creer, esperar y amar. Este llamado a vivir la Cuaresma como camino de conversión y oración, y para compartir nuestros bienes, nos ayuda a reconsiderar, en nuestra memoria comunitaria y personal, la fe que viene de Cristo vivo, la esperanza animada por el soplo del Espíritu y el amor, cuya fuente inagotable es el corazón misericordioso del Padre”.
OMPRESS






 

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