Así estaban los apóstoles tras la separación del Señor, en la Ascensión, decía ayer el papa Francisco en el Regina Coeli. “Normalmente, lo sabemos, las escenas de despedidas son tristes, causan en quien se queda un sentimiento de pérdida, de abandono; sin embargo esto no les sucede a los discípulos”.
Y es que, insiste el Papa, “la ascensión completa la misión de Jesús en medio de nosotros. De hecho, si es por nosotros que Jesús bajó del cielo, también es por nosotros que asciende”.
Jesús es “el primer hombre que entra en el cielo, porque Jesús es hombre, verdadero hombre, es Dios, verdadero Dios; nuestra carne está en el cielo y esto nos da alegría. A la derecha del Padre se sienta ya un cuerpo humano, por primera vez, el cuerpo de Jesús, y en este misterio cada uno de nosotros contempla el propio destino futuro. No se trata de un abandono, Jesús permanece para siempre con los discípulos, con nosotros”.
Si este es el primer motivo de alegría, dice el Papa, el estar al lado del Padre. El segundo motivo es la promesa del Espíritu Santo, que hará posible cumplir su mandamiento “que Él da precisamente en la despedida: Id por el mundo, anunciad el Evangelio. Y será la fuerza del Espíritu Santo que nos lleva allá en el mundo, a llevar el Evangelio”.
El Papa concluyó pidiendo “a María, Reina del Cielo, que nos ayude a ser en el mundo testigos valientes del Resucitado en las situaciones concretas de la vida”.
Al finalizar el Regina Coeli el papa Francisco recordó la situación en Tierra Santa, donde han muerto inocentes e incluso niños: “Su muerte es signo de que no se quiere construir el futuro, sino que se quiere destruir”. Por eso animó a rezar “para que israelíes y palestinos puedan encontrar el camino del diálogo y del perdón, para ser pacientes constructores de paz y de justicia, abriéndose, paso a paso, a una esperanza común, a una convivencia entre hermanos”.
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