El padre Joe Keke, sacerdote secuestrado la noche del 20 de mayo en el ataque a la parroquia de San Vicente Ferrer en Malunfashi, en el Estado de Katsina, en el norte de Nigeria fue liberado.
Junto con él, había sido secuestrado al padre Alphonsus Bello, cuyo cadáver fue encontrado a la mañana siguiente no lejos de la parroquia.
Así lo anunció el director de comunicaciones de la diócesis de Sokoto, el padre Chris Omotosho.
«Anunciamos que el padre Keke ha sido liberado de las manos de sus secuestradores. Agradecemos a los que han rezado por su liberación». El sacerdote, de 75 años, ha sido trasladado a un centro de salud para revisar su estado físico.
Los secuestros con fines de extorsión se han convertido en un problema diario en diversas zonas de Nigeria, y en muchos casos, entre las víctimas se encuentran sacerdotes, religiosos y religiosas, a pesar de la prohibición expresa impuesta desde hace años por la Conferencia Episcopal local de pagar rescates.
Los obispos denuncian desde hace tiempo, la inseguridad generalizada en el país. Con motivo de la vigilia fúnebre del padre Alfonso Bello, monseñor Matthew Hassan Kukah, obispo de Sokoto había dirigido una fuerte reprimenda a las autoridades del país porque no hacen nada para proteger a la población de la ola de violencia.
El arzobispo de Lagos, monseñor Alfred Adewale Martins, también ha afirmado que «de norte a sur, todas las partes del país son testigos de una u otra forma del vandalismo». monseñor Martins se ha planteado la cuestión del derecho a la autodefensa, en ausencia de la capacidad del Estado para proteger a sus ciudadanos, diciendo que la cuestión «debe ser examinada a fondo antes de ponerla en práctica».
De hecho, el obispo Martins ha recordado el riesgo de que la práctica de la autodefensa pueda degenerar en más violencia. «Espero que si la gente se defiende, reconozca que no puede ser el agresor y que sólo se defenderá cuando sea necesario».
«El problema sigue siendo el del pacto entre los ciudadanos y el Estado –subraya el arzobispo– “Dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Cuando las personas celebran un contrato social con el Estado, existen obligaciones y responsabilidades por ambas partes para encontrar un equilibrio. Las personas deben al Estado sus deberes cívicos, mientras que el Estado debe a las personas los servicios necesarios para mantener su confianza y construir una sociedad mejor».
Fuente de la nota: Agencia Fides