La congregación de las Misioneras Combonianas dio sus primeros pasos el 1 de enero de 1872. El día anterior, María Caspi había cruzado el umbral de la casa que Luigia Zago e Isabella Zadrich habían levantado en Montorio, localidad cercana a Verona, Italia, para preparar jóvenes «que seguirán los pasos y cumplirán las funciones de las piadosas mujeres del Evangelio», como precisó san Daniel Comboni en referencia a las misioneras que lo acompañaron en Centro África.
Poco después llegó María Teresa Scandola, originaria de Lessinia, y con la llegada desde Padua de Pia Galli, su formadora, comenzó el camino de las misioneras. Otras jóvenes se sumaron en los meses siguientes: es una realidad diminuta y frágil, pero inundada por la confianza que Daniel Comboni depositó en las mujeres. Los problemas no faltan, pero el pequeño retoño crece y se convierte en un árbol con muchas ramas y frutos. Han pasado 150 años desde entonces, marcados por etapas importantes del «camino fundacional» que prevalece hasta el día de hoy.
En 1882, apenas una década después de sus primeros pasos, debido a la revolución mahdista en Sudán, la congregación atravesó dramáticos hechos marcados por el martirio. Otros derribos salpican su existencia, pero siempre acompañados de «nuevos nacimientos», que serán narrados en las páginas reservadas este año para el desarrollo histórico de la Congregación: «Misioneras combonianas entre pasado y futuro».
El 150 será una nueva sección de la revista comboniana italiana Combonifem, que se abre con los deseos de la superiora generala, dedicada al paso de la batuta entre generaciones de misioneras que han dado su existencia para encontrarse y compartir con personas de otros pueblos y culturas la búsqueda de vivir en plenitud. Esto es lo que Jesús de Nazaret expresa a todas y a todos con estas palabras: «Yo vine para que tengan vida, y la tengan en abundancia» (Jn 10,10).
Hoy el camino de la congregación se encuentra una vez más en una encrucijada: es tiempo de opciones. Pero la energía recogida del pasado alimenta el presente y disuelve el miedo a lo desconocido.
«La fe hace existir lo que no existe» (cf. Rm 4, 17), ¡y esto lo confirma una experiencia de 150 años!
Crédito de la nota: https://www.combonifem.it/