Hoy, como sugieren los dirigentes de esa Iglesia local, hay al menos 80 mil católicos. Este crecimiento sorprendente y para nada programado, está relacionado con los impresionantes flujos migratorios que han llevado a millones de inmigrantes en busca de trabajo a todos los países de la Península Arábiga en las últimas décadas.
Este abrumador crecimiento de la comunidad católica en Bahréin y en toda la Península Arábiga se ha producido en un país sin grandes estructuras eclesiásticas ni «programas» pastorales articulados. Sacerdotes, religiosas y obispos misioneros, también llegados desde lejos, han acompañado durante décadas, con sagacidad apostólica, el camino del variado pueblo de Dios llegado al Emirato, ahora Reino, de Bahréin, en busca de trabajo.
Los responsables de la Iglesia local, actuando de común acuerdo con la Congregación de Propaganda Fide, encontraron los medios para establecer buenas relaciones con las autoridades locales, adaptando también las formas externas de la vida eclesial a esta situación concreta.
La primera iglesia y el obispo deportado
En 1938, los casi 150 católicos bautizados en Bahréin sólo podían recibir los sacramentos durante las visitas esporádicas al archipiélago de un sacerdote carmelita de Bagdad. Cuando comenzó la afluencia de inmigrantes católicos en busca de empleo, el obispo Giovanni Battista Tirinnanzi, vicario apostólico de Arabia, que entonces residía en Yemen, se dirigió a Bahréin y fue recibido por el emir de la época Hamad bin Isa Al Khalifa, tatarabuelo y tocayo del actual soberano, a quien pidió un terreno para construir una iglesia destinada a convertirse en el primer lugar de culto católico erigido en la región del Golfo Pérsico en tiempos modernos. La iglesia, dedicada al Sagrado Corazón de Jesús, fue consagrada el 8 de marzo de 1940.
Pero tras el inicio de la Segunda Guerra Mundial, las fuerzas de ocupación británicas en Yemen mostraron intransigencia por la presencia de un obispo italiano en su colonia, y el vicario apostólico Tirinnanzi se vio obligado a regresar a Italia.
En Bahréin, el fraile capuchino Irzio Luigi Magliacani había sido llamado desde la Toscana para supervisar la construcción de la iglesia. En diciembre de 1941, el padre Magliacani, siendo italiano, también fue detenido por las tropas británicas y deportado durante tres años a la India, a un campo de concentración en el distrito de Dehradun. En 1950, Magliacani fue nombrado Vicario Apostólico de Arabia, mientras que en mayo de 1953 se puso en marcha la Escuela del Sagrado Corazón, adyacente a la parroquia de Manama y encomendada al cuidado de las Misioneras Combonianas.
A partir de mediados de la década de 1950, la afluencia de trabajadores inmigrantes católicos en Bahréin comenzó a crecer de forma exponencial. La parroquia experimentó una expansión gradual de sus actividades pastorales y caritativas bajo la dirección del párroco Felicio Diniz.
Los 29 años como vicario del obispo Gremoli
A finales de la década de 1960, Adén se convirtió en la capital de la República Democrática Popular de Yemen, de tendencia marxista, y el Vicariato de Arabia perdió su sede histórica. Tras unos años de «sede vacante», en 1975 Pablo VI nombró vicario apostólico de Arabia al fraile capuchino Giovanni Bernardo Gremoli, que fue ordenado obispo por el cardenal brasileño Agnelo Rossi, entonces prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos. Gremoli permaneció al frente del Vicariato, cuya sede se había trasladado a Abu Dhabi hasta 2005.
En 2008, al relatar en una entrevista su larga experiencia y la paciencia empleada en las negociaciones con las autoridades locales para obtener las autorizaciones de construcción de nuevas iglesias, monseñor Gremoli había subrayado cómo los gobernantes de los países incluidos en el Vicariato habían expresado a menudo su aprecio por «la buena conducta de nuestros católicos, que siempre se han esforzado por respetar las normas locales de convivencia y han mostrado un fervor religioso que ha impresionado positivamente a las autoridades locales». «La dinastía que dirige Bahréin -subrayó el obispo Gremoli- siempre ha sido benévola con los católicos».
La compañía de los mártires y los santos
En 2005, el misionero comboniano Camillo Ballin fue nombrado vicario apostólico de Kuwait y fue consagrado obispo en la catedral de Kuwait City por el cardenal Crescenzio Sepe, entonces prefecto de la Congregación de Propaganda Fide. En 2011, la Santa Sede rediseñó las circunscripciones eclesiásticas en los países de la Península Arábiga, extendiendo la jurisdicción del Vicariato Apostólico de Kuwait a los territorios de Bahréin, Qatar y Arabia Saudí.
Así nació el Vicariato Apostólico de Arabia del Norte, encomendado a la dirección del obispo comboniano. Durante 15 años, el vicario apostólico Ballin también atendió con realismo a las numerosas comunidades de católicos bautizados, más de dos millones, de los cuales más de un millón en Arabia Saudí, que no tiene iglesias, que llegaron a su vicariato apostólico tras el flujo de inmigración procedente de decenas de naciones diferentes, empezando por la India y Filipinas.
En sus intervenciones públicas, también en respuesta a las preguntas que pretendían subrayar los contrastes entre el cristianismo y el islam, monseñor Ballin, que para moverse más fácilmente en los territorios del Vicariato había tomado un pasaporte bahreiní, reconoció que en los países incluidos en el Vicariato que se le ha confiado «no hay persecuciones en curso». La intensidad de la mirada de fe con la que observaba las vicisitudes de los cristianos de la Península Arábiga afloraba también en las palabras que confió con motivo del martirio de las cuatro Hermanas Misioneras de la Caridad masacradas el 4 de marzo de 2016 en Yemen por el comando terrorista que ese día había atacado una residencia de ancianos en la ciudad de Adén, matando a otras 12 personas junto a las religiosas.
«Cuanto más cerca está la Iglesia de Jesucristo -dijo el Vicario Apostólico de Arabia del Norte ante los acontecimientos del martirio-, más comparte su pasión. Los que se acercan a Cristo están implicados en su pasión y muerte, para participar también en la gloria de su victoria». El obispo Ballin murió por enfermedad el 12 de abril de 2020.
Ahora el Vicariato Apostólico de Arabia del Norte está dirigido por el administrador apostólico Paul Hinder, el obispo capuchino suizo que hasta el pasado mes de mayo había dirigido también el Vicariato Apostólico de Arabia del Sur (cuya jurisdicción incluye los Emiratos Árabes Unidos, Omán y Yemen).
Y ha sido Mons. Hinder quien ha dirigido las habituales palabras de agradecimiento al papa Francisco al final de la misa celebrada en el Bahrain National Stadium. «Como su patrón san Francisco de Asís –ha dicho el obispo Hinder dirigiéndose al Sucesor de Pedro-, usted no teme tender puentes con el mundo musulmán y mostrar su cercanía fraternal a todas las personas de buena voluntad, independientemente de su origen cultural y sus creencias religiosas. Los cristianos de Oriente Medio, los de antigua tradición oriental y los que, como emigrantes, residen temporalmente en esta parte del mundo, tratamos de poner en práctica la invitación de san Francisco a sus hermanos de “vivir espiritualmente entre los musulmanes… no discutir y (simplemente) reconocer que (somos) cristianos”».
Crédito de la nota: Agencia Fides.