Así titula su testimonio la hermana Lucía Fonts Santana. Esta joven misionera comboniana cuenta su experiencia, recogida en la revista Carisma, tratando con esta etnia de la República Centroafricana.
«Pasar de vivir en Barcelona a Bagandou, en la República Centroafricana, ha sido una experiencia muy fuerte para mí. Me costó más de un año entrar de cuerpo y alma en la misión: el clima, la cultura, el idioma, la pobreza y la inseguridad… Ahora ya llevo casi tres años aquí y soy feliz, aunque ya no soy la misma, Centroáfrica me ha cambiado.
El obispo de la diócesis de Mbaïki llamó a las Misioneras Combonianas hace 20 años para trabajar en esta región con los pigmeos, para evangelizar abriendo escuelas en sus campamentos, ofreciéndoles catequesis para el bautismo, abriendo dispensarios médicos y ayudándoles a trabajar en la agricultura. La Iglesia, a través de nuestros compromisos, ha mostrado su preferencia hacia los más pobres y abandonados.
En esta región conviven dos etnias: los pigmeos y los bantúes. Los pigmeos actúan como siervos de los bantúes, la etnia mayoritaria en el país. Los pigmeos son indígenas, los primeros pobladores de la selva de África Central, son recolectores y nómadas. Durante siglos han subsistido con lo que la selva les proveía, pero actualmente se encuentran amenazados por la tala de árboles, la caza indiscriminada, la minería de oro y diamante, el cambio climático… Los alimentos que antes encontraban con facilidad ahora escasean y esto les hace más vulnerables a los abusos de sus ‘amos’, los bantúes.
Estar en primera línea de evangelización y ser enfermera aquí es apasionante, pero me exige cada día una conversión: poner freno a muchas prisas por ver resultados de forma rápida.
Mis amigos pigmeos me enseñan que no hace falta tener muchas cosas para ser feliz, que es más importante darle a las relaciones humanas tiempo, paciencia, cariño, solidaridad, colaboración, respeto, escucha, perdón… y mucho humor. En el hospital católico, donde los pigmeos reciben atención gratuita, nunca pensé ver morir a tantos niños por desnutrición y personas con enfermedades como lepra, tuberculosis, SIDA, hepatitis… Pues a día de hoy, con los avances de la medicina y de la ciencia estas enfermedades ya deberían estar erradicadas o, al menos, controladas. Tengo que convivir con esa impotencia cada día.
A veces vemos algunas curaciones como la de Denisse, con un traumatismo craneal por aplastamiento, pues se le cayó un árbol encima en la selva buscando el sustento diario. Le dimos la medicación y un plato de comida pero vi que comía dos bocados y el resto lo dejaba para su familia. En efecto, ella pasaba hambre por sus hijos porque el compartir es un valor supremo, y en la cultura de supervivencia la comida es para los que tienen posibilidades de seguir vivos, y no para quien tiene una enfermedad que se considera sin cura. Después de hablar con la familia y de vigilar que comiera adecuadamente, en dos semanas Denisse pudo salir del hospital caminando. Los pigmeos poseen una fortaleza y resistencia física sorprendente; ya hemos visto muchos casos así… nunca damos a nadie por perdido».
Crédito de la nota: OMPRESS