Al recibir a los integrantes de la Delegación ecuménica de Finlandia, el papa Francisco les recordó el valor de sumergirse juntos «en las heridas de los necesitados». Y les dijo que el Bautismo pide que se realicen «obras de justicia y gestos concretos de cercanía» a quienes son víctimas de la opresión y de las guerras.
El bautismo llama a todos los cristianos «a realizar obras de justicia con gratuidad», así como gestos concretos de cercanía» a quienes son víctimas de la injusticia, del descarte, de las diversas formas de opresión y especialmente de las guerras».
Con estas palabras el papa Francisco dio la bienvenida a los integrantes de la Delegación ecuménica de Finlandia, que llegó a Roma, como cada año, con motivo de la fiesta de san Enrique, patrono del país escandinavo, en el que se reúnen, dijo el Papa, «no sólo luteranos y católicos, sino también ortodoxos y metodistas». Al agradecer a la obispa luterana de Helsinki, Irja Askola, que encabeza esta delegación, sus condolencias por la muerte de Benedicto XVI, Francisco retomó la referencia al Mar Báltico para referirse al conflicto en Ucrania:
«Agradezco también lo sugerente que ha sido su evocación a través de la imagen del Mar Báltico, fuente de vida amenazada por la acción del hombre, lugar de encuentro dolorosamente afectado por el clima de enfrentamiento provocado por la feroz sinrazón de la guerra, que es siempre una derrota, siempre».
Sumergirse en las heridas de los necesitados
«Debemos estar agradecidos al bautismo», afirmó el Pontífice, pues ha permitido la reconciliación con Dios, con los demás y con la creación.
«Somos hijos reconciliados y, por tanto, estamos llamados a estar cada vez más reconciliados entre nosotros y a ser agentes de reconciliación en el mundo».
Además, al referirse a la Semana de oración por la unidad de los cristianos, que comenzó el miércoles 18 de enero, el Papa invitó a los cristianos a ser «testigos de la fe en Cristo», y a sumergirse, juntos, «en las heridas de los necesitados, así como Él se sumergió en la fragilidad de la condición humana».
«En la comunidad de todos los bautizados, sabemos que estamos efectivamente unidos entre nosotros, aquí y ahora, con cada hermana y hermano en Cristo, pero también con nuestras madres y padres en la fe que han vivido antes que nosotros».
La belleza de la unidad
«Con san Enrique, testigo de la fe, mensajero de la esperanza e instrumento de la caridad, celebramos la comunión ecuménica de todos los santos, conocidos y desconocidos, renacidos a nueva vida de las aguas del Bautismo», dijo el Papa.
«Reconozcamos cuán grande es la unidad que nos une y cuán importante es rezar juntos, trabajar asiduamente y dialogar intensamente para superar las divisiones y ser, según la voluntad del Señor, una cosa sola en la comunión trinitaria, para que el mundo crea», añadió.
Sin embargo, no basta la conciencia de todo esto, es necesario alimentar «una verdadera pasión que brota del amor a la comunión, del deseo de superar el contra-testimonio dado por las laceraciones históricas entre los cristianos, que tanto han herido la unidad del Cuerpo de Cristo».
«Hoy se necesita, sobre todo, un celo ardiente por la evangelización, porque anunciando juntos, nos redescubrimos hermanos y hermanas; y porque nos damos cuenta de que no podemos difundir dignamente el nombre de Jesús, nacido, muerto y resucitado por todos, sin testimoniar la belleza de la unidad, signo distintivo de sus discípulos».
El Papa los invitó a no cansarse nunca de amar, de esperar, de buscar a los alejados, de arder por dentro en el deseo de anunciar a Jesús y de construir la unidad y a pedir el don de un renovado celo apostólico, para redescubrir a los demás creyentes como hermanos y hermanas en Cristo, «para sentirnos apóstoles reconciliados por Dios para reconciliarnos entre nosotros y ser constructores de reconciliación para el mundo».
Crédito de la nota: Vatican News.