«Por fin tenemos los cimientos del nuevo centro de salud de Yoro en el que estamos trabajando para asistir a los refugiados en esta zona del noroeste del país», escribe la misionera comboniana Laura Gemignani que junto con sus hermanas sigue a la atormentada población que llega de los países vecinos, entre ellos Sudán del Sur y la República Democrática del Congo.
«Estamos en un buen momento. Actualmente somos tres hermanas, pero esperamos que otras se unan a nosotras porque la situación aquí es realmente complicada», cuenta la misionera sobre cómo se ha llevado a cabo la iniciativa.
«Después de tres intentos de perforación por fin tenemos agua y esto nos da una gran esperanza, nos ha abierto un espacio para poder respirar bien y un ámbito en el que podemos lanzarnos. Es arriesgado y hace falta un poco de ‘locura’ como la que tenemos los combonianos para ser capaces de arrancar en estos momentos con una crisis mundial sin precedentes y lanzar una misión. Es una batalla difícil pero con la ayuda del Señor estamos seguros de que podemos lograrlo».
La hermana Laura explica que la misión debe ocuparse principalmente de la salud, que es «la primera petición que ha hecho la población local junto con los refugiados y también las autoridades locales. Y a través de la salud, llegar a las mujeres y los niños, que son los más vulnerables, y hacer con ellos programas médicos, de formación, de recuperación de traumas porque huyendo de Sudán del Sur han vivido cosas indescriptibles. Muchas de estas mujeres fueron atacadas y violadas por un señor de Uganda, que hizo cosas criminales que no se pueden contar».
«Estoy feliz y contenta -añade la misionera-, me siento en las manos del Señor como nunca antes y cuantos más problemas vienen más convencida estoy de que esta es una obra de Dios porque nació, y me gustaría que creciera, al pie de la Cruz. Esta obra debe estar iluminada por la esperanza que viene de la Cruz porque es lo único que nuestro Fundador, Daniel Comboni, nos dejó en herencia. Él quiere que seamos gente práctica, gente contemplativa, gente que no tenga miedo. Cuando te sientes débil y has tropezado con algunas piedras, el Señor te levanta, te pone sobre sus hombros y te lleva a casa».
«Hoy aquí es un día precioso, necesito muchas oraciones porque son como los ladrillos que construyen los cimientos de la próxima misión donde el anuncio de esperanza, de libertad, de amor, el anuncio que Jesús nos trajo con el Evangelio, me gustaría que se viviera, que se gritara», concluyó.
Este trabajo es posible gracias a la pequeña Organización de Voluntarios que las hermanas han creado junto a un benefactor que colabora con ellas desde hace más de diez años, «para poder concentrar todas nuestras fuerzas en un mismo lugar sin dispersarnos», explica la hermana Laura.
Yoro se encuentra cerca del campo de refugiados conocido como «Rhino kamp», que acoge a 130 mil desplazados, el 80% mujeres y niños. Se encuentra en los distritos de Madi-Okollo y Terego, en el noroeste de Uganda, y fue inaugurado en 1980 y ampliado tras la guerra civil de Sudán del Sur para acoger la repentina afluencia de refugiados al norte de Uganda.
Crédito de la nota: Agencia Fides.