Monseñor Andrew Nkea Fuanya, arzobispo de Bamenda y presidente de la Conferencia Episcopal de Camerún, ha concedido una entrevista a la Agencia Fides sobre la situación que se vive en el país africano. Aquí sus palabras.
–¿Cómo vive la sinodalidad la Iglesia en Camerún?
–La sinodalidad «ha prendido» en Camerún porque desde el principio hemos explicado a nuestros fieles que cada diócesis debe responder a la petición del Santo Padre de escucharse mutuamente, caminar juntos y compartir nuestras ideas, recordando que como cristianos no debemos dejar a nadie atrás.
Me gustaría subrayar que en Camerún tenemos una situación estructural en la que empezamos con las decisiones tomadas a nivel de la comunidad de base. Así que siempre empezamos por la población, la comunidad, y luego subimos a las misiones, las parroquias y la diócesis. Por lo tanto, cuando un obispo quiere tomar una decisión sobre un determinado asunto, la consulta comienza por implicar a los fieles, empezando por las familias y siguiendo por el obispo, que toma la decisión final junto con sus consultores sobre la base de lo que se ha escuchado. Por tanto, podemos decir que la sinodalidad ya existe en nuestra cultura. He compartido la experiencia de Camerún con los demás miembros del Consejo para el Sínodo y también con el Santo Padre.
–¿Cuál es el papel de la misión en la Iglesia de Camerún?
–Les pongo el ejemplo de mi arquidiócesis, Bamenda. Hemos iniciado una cooperación sur-sur con la arquidiócesis de Bangui, en la República Centroafricana, a la que hemos enviado misioneros. Pero no descuidamos el norte del mundo: hemos enviado Fidei Donum a diócesis de Europa y Estados Unidos. Como tenemos muchas vocaciones, actualmente contamos con 150 seminaristas mayores, algunos obispos amigos de otras partes del mundo me han pedido que envíe sacerdotes de mi arquidiócesis. La Iglesia católica es universal, así que no puedo pensar sólo en Bamenda, sino también en otras diócesis donde faltan sacerdotes. También colaboramos en la formación de sacerdotes de aquellas que nos lo piden. Actualmente en nuestro seminario tenemos dos seminaristas de Bangui.
–Formar a más de 150 seminaristas no debe ser fácil…
–No es fácil porque los costos son elevados (al menos mil euros para enviar a un seminarista a estudiar al seminario mayor). Gracias a Dios, Propaganda Fide (el Dicasterio para la Evangelización) nos ayuda, pero nuestra población también desempeña su papel. Los fieles sienten que es su deber contribuir económicamente a la formación de los futuros sacerdotes.
–¿Cuál es el estado del diálogo ecuménico e interreligioso en Camerún?
–Existe una buena cooperación entre nosotros. Por ejemplo, la semana pasada tuvimos una reunión con otros líderes religiosos, tanto de otras confesiones cristianas como musulmanas, para evaluar juntos la situación sociopolítica de Camerún.
Hablo a menudo con el moderador de la Iglesia protestante y también con el imám de Bamenda. Con este último, cuando tenemos reuniones como la de la semana pasada, viajamos juntos en el mismo coche. No tenemos ningún problema entre nosotros. Hay cinco musulmanes trabajando en la Cáritas diocesana y tenemos una relación fraternal con todos ellos.
–Bamenda forma parte de la llamada región anglófona, donde existe un conflicto separatista…
–El conflicto, que lleva ya siete años, no tiene tanto que ver con la lengua (una minoría anglófona contra una mayoría francófona) como con la cultura. Como obispos, siempre hemos insistido en que debemos mantener y respetar la cultura de los demás. La reivindicación provino de abogados y profesores, y era compartida por la población en general, pero los políticos se apoderaron de ella desencadenando el conflicto. La población no hace la guerra. Son los grupos separatistas los que deciden hacerla, pero la población está en contra porque sufre mucho la violencia que también cometen los separatistas.
Sin embargo, en los últimos años la situación está mejorando. Los niños que antes no podían ir a la escuela ahora pueden hacerlo. Varios desplazados internos han regresado a sus hogares y pueblos. Pero el problema persiste. Hacemos un llamamiento a todas las partes para que pongan fin a la voz de las armas e inicien un diálogo sin prejuicios, con el corazón abierto, para resolver el problema. Ciertamente, debemos seguir rezando por la paz. Damos las gracias al Santo Padre, que periódicamente nos pide que recemos por Camerún durante el Ángelus.
La Iglesia no se ha posicionado ni con los separatistas ni con el gobierno, precisamente para poder ofrecer sus servicios de mediación. A pesar de la violencia en la arquidiócesis de Bamenda, no he cerrado ninguna parroquia ni he huido. Mantengo el diálogo con el gobierno y con los separatistas en la búsqueda constante del camino hacia la paz.
Crédito de la nota: Fides