Presencia femenina en la Iglesia y corresponsabilidad han sido el tema de la reflexión espiritual ofrecida a la asamblea en el Aula Pablo VI por la hermana María Ignazia Angelini del Monasterio de Viboldone.
No una cuestión de reconocimiento y promoción en sentido mundano, sino del bienestar de la Iglesia. No una cuestión de derechos, sino de dones recibidos. Esto significa comprender y promover la misión de la mujer dentro de la comunidad eclesial según la hermana Angelini, la religiosa benedictina que acompaña la reflexión espiritual del Sínodo sobre la Sinodalidad en curso en el Vaticano. Al introducir su intervención, la religiosa subrayó la fuerza del testimonio de la confrontación sinodal en un momento en el que «se desata el horror de la espiral de violencia».
Jesús y las mujeres
«La mujer es presencia que –en pasajes críticos, de ruptura, desconcertantes– intuye el movimiento de la vida, teje relaciones nuevas, improbables, lleva pacientemente y disuelve conflictos». «Jesús –observa la hermana benedictina– ha innovado, ha creado un estilo, en su manera de relacionarse con las mujeres» y el Concilio Vaticano II «ha inaugurado un movimiento de reforma interrumpido». Es precisamente la aportación de las mujeres la que «alimenta incesantemente el dinamismo espiritual de la reforma».
El grito de las mujeres
Precisamente, por este motivo, la hermana Angelini presenta a los participantes en el Sínodo algunos ejemplos de figuras femeninas que en el Nuevo Testamento han animado un verdadero camino sinodal. El Evangelio de Lucas narra que de la multitud levantó la voz «¡Bienaventurado el vientre que te ha traído y el seno del que has tomado la leche!». Era el grito de «una mujer anónima, tocada por la revelación de Jesús», explica la religiosa, «que intuye el misterio originario de la generación que en Jesús se revela». Un grito que recuerda a otros el de María en las bodas de Caná, de la samaritana, de la cananea o de María Magdalena. Gritos que exorcizan «verbalismos y procediralismos» e iluminan, por tanto, «el interrogativo de este Sínodo».
No solo los extras
Las mujeres no son solo extras, sino que abren espacios inéditos a la misión. La madre Angelini recuerda que cuando san Pablo desembarca en Europa encuentra «mujeres reunidas en oración, a cielo abierto» y acoge su lenguaje. «La humilde mercader de púrpura, Lidia, es la primera creyente en la tierra de Europa. Escucha la Palabra», ofrece morada a los apóstoles.
La casa, indispensable para «salir»
«La casa de Lidia –continúa la religiosa– es esa casa que Jesús invita a buscar en cada ciudad cuando envía a los apóstoles: es «un espacio hecho de vínculos fiables más que de muros, que hoy requiere ser redescubierto en nuevos lenguajes según la sabiduría originaria que quizás las mujeres comprenden más». «La casa “domus” es indispensable para salir y anunciar el acercamiento del Reino, lugar de vínculos fiables, nutritivos. Lugar de oración, al margen». A este propósito recuerda el Concilio que, al delinear la Iglesia misionera, pone el acento en la vida contemplativa.
Anunciadora de la resurrección
«El anuncio de la resurrección está confiado a una mujer», remarca la hermana Angelini, que anima al Sínodo a interrogarse sobre cómo la iglesia en salida puede hoy actualizar, «en una cultura global que parece perder sus contornos».
Crédito de la nota: Vatican News.