El padre Ibrahim Faltas, ofm, vicario de la Custodia de Tierra Santa, comparte con la Agencia Fides su testimonio desde la guerra que se reavivó hace siete meses en aquel territorio y que ha «sacrificado» miles de vidas.
Es un deber recordar con dolor y respeto cada vida humana perdida por la violencia de la guerra. Son muertes que podrían haberse evitado. Pero la humanidad persigue la posibilidad de la guerra y no busca la paz posible.
Entre las muchas víctimas inocentes, llama la atención la muerte evitable de Lara al-Sayegh, una joven de 18 años refugiada con otros 650 cristianos en las parroquias de Gaza desde el 7 de octubre. Tras la pérdida de su padre, fallecido el 21 de diciembre por falta de cuidados vitales, Lara llevaba siete meses compartiendo refugio en la iglesia y los locales parroquiales con su madre y otras personas. Se había puesto en camino para llegar a Egipto pero ha fallecido a causa de un golpe de calor. Eso es lo que se ha dicho. La madre está en coma por el mismo motivo y por inmenso dolor.
Lara, como tantos inocentes, sufriendo el dolor y las privaciones, buscaba una vida digna, pero ha caído en el engaño de quienes sin escrúpulos le aseguraban la esperanza de la libertad. En lugar de ello, ha sido enterrada en el sitio donde ha encontrado la muerte. Estoy en contacto permanente con el vicepárroco de la Iglesia católica de Gaza, el padre Youssef, y siento cada día su sufrimiento como párroco de una comunidad devastada por el dolor.
En Gaza, la gente lleva siete meses sufriendo la guerra que causa muerte, destrucción, miedo. La gente muere por las bombas, bajo edificios derrumbados, de hambre, de sed, de frío, de calor.
En Gaza falta de todo y, sobre todo, ayuda de cualquier tipo. Siento la disponibilidad de quienes querrían prestar ayuda y se lo impiden. Tantos hombres y mujeres de buena voluntad querrían ayudar en el sector sanitario, pero no pueden hacerlo. Ni siquiera se conceden permisos para los niños que necesitan cuidados inmediatos y necesarios.
Ha llegado a mi conocimiento que tres niños que padecen una enfermedad rara, la epidermólisis bullosa, el llamado «síndrome de los niños mariposa», pueden ser acogidos en Módena. La enfermedad hace que su piel sea tan frágil que se infecta y se llena de llagas al menor roce, y sólo se puede aliviar con la aplicación continua de vendajes y crema. Su sufrimiento aumenta con la llegada del calor y la falta del tratamiento específico. Estos niños ya están en Rafah, pero no es fácil sacarlos de Gaza y llevarlos a Italia. Estoy encontrando muchas dificultades pero rezo y confío en la ayuda de Dios y de tantos hombres y mujeres constructores de paz.
En tiempos pasados y recientes, la humanidad se ha enfrentado a pandemias, enfermedades, catástrofes medioambientales, creando e intercambiando solidaridad.
En cambio, las guerras, emprendidas por unos pocos, destruyen y propagan la violencia y el odio con la complicidad de una humanidad muda, sorda y ciega ante las necesidades esenciales y vitales de su prójimo.
El papa Francisco pide una paz justa para la humanidad herida. La pide para todos, sin distinción. Pide el rechazo de la guerra para siempre, pide la abolición de toda violencia de opresión. Pide negociaciones reales, constructivas, sólidas y decisivas para una paz definitiva. Pide dignidad para dos pueblos que han sufrido y sufren. Pide dar valor y respeto a la vida humana, defenderla y asegurar la justicia social, garantizando los derechos más esenciales, especialmente a los débiles e indefensos.
La muerte de Lara y de otras jóvenes vidas duele y es difícil de comprender. No hay razón ni justificación para todas las muertes violentas y evitables. Pedimos perdón a Dios Todopoderoso, con la esperanza de que la humanidad olvide el mal de la guerra.
Crédito de la nota: Agencia Fides.