«La misión es dejarse fascinar por Jesucristo e intentar ser espejo, aunque un algo opaco, de su bondad, allí donde el soplo de su Espíritu nos conduce». El padre John Benetti es un sacerdote de la Sociedad para las Misiones Africanas que lleva dos años en Benín como formador en el Centro de Espiritualidad Brésillac de Calavi. Aquí su testimonio:
Me encuentro en medio de muchos jóvenes que, con los padres formadores y los amigos del centro, alimentan un ambiente de fraternidad y sencillez. Participo en el acompañamiento espiritual de estos jóvenes, en la preparación de algunos retiros y cursos de formación, y en la asistencia a los diversos encuentros previstos para los formadores. En función del tiempo disponible, también intento ofrecer, sobre todo los domingos, mi servicio pastoral en algunas de las parroquias de los alrededores.
Calavi, un suburbio de la gran ciudad de Cotonú, en el sur del país, tiene un clima tropical y pesado. Aquí, los mosquitos Anopheles, portadores del plasmodio de la malaria, están muy extendidos y son bastante activos; intento combatirlos con mosquiteras y repelentes. El agua no es potable, por lo que es necesario filtrarla o llevarla a ebullición.
En el Centro Brésillac, los seminaristas del SMA participan en el Año Internacional de Espiritualidad. Se trata de un año de profundización vocacional, en un contexto internacional en el que participan unos 50 seminaristas de todo el mundo, en su mayoría de países africanos, algunos también de India y Filipinas.
El trabajo no falta y requiere un gran sentido de responsabilidad, ya que está en juego la vocación y, por tanto, la vida de los seminaristas, futuros misioneros de la SMA, que esperan de mí y de los demás Padres un auténtico testimonio cristiano. Esto requiere humildad, que permite a los formadores compartir los problemas y sumergirse en la historia personal de estos jóvenes en camino hacia el sacerdocio y el compromiso misionero sin fronteras.
Crédito de la nota: Agencia Fides.