Francisco visitó la Pontificia Universidad Salesiana del barrio Montesacro de Roma para hablar con unos 160 sacerdotes de entre 11 y 39 años de ordenación. Era el tercer y último encuentro con el clero de su diócesis, marcado por una conversación a puerta cerrada sobre temas pastorales. «En el G7 hablaremos de paz y de inteligencia artificial», declaró a los periodistas.
De las guerras en curso a las inversiones en armamento, anticonceptivos y cirugía estética; de un mayor compromiso con la política en tiempos «de desconexión y abstencionismo», a la acogida en las parroquias de «todos, todos» y la indicación prudencial para la admisión en los seminarios de personas con tendencias homosexuales. Temas de actualidad del mundo y de la Iglesia salpicaron la hora y media de diálogo a puerta cerrada del Papa con los sacerdotes de la diócesis de Roma de entre los 11 y 39 años de ordenación.
Francisco se reunió con ellos en la Pontificia Universidad Salesiana, en la zona de Montesacro de la capital italiana. Llegó puntualmente a las 16 horas en coche y fue recibido por el vicegerente, monseñor Baldo Reina, y por el cardenal Ángel Fernández Artime, Rector Mayor de los Salesianos y Gran Canciller de la casa de estudios.
El de este 11 de junio ha sido el tercer y último encuentro del Papa con sus sacerdotes, después de la reunión con los presbíteros a partir de los 40 años de ordenación en la parroquia de San José en el barrio Trionfale y el que mantuvo con sacerdotes más jóvenes, hasta los 10 años de ministerio, en la casa de las Pías Discípulas del Divino Maestro, en la zona de Portuense. Alrededor de 160 sacerdotes, entre párrocos, prefectos, capellanes, directores de oficinas de la Curia, se han reunido con el Pontífice y se les ha permitido formular libremente sus preguntas. Varios sacerdotes no pudieron estar presentes, informó la Oficina de Prensa del Vaticano, porque estaban «ocupados en compromisos de verano con los jóvenes en las parroquias».
Son «pilares» de la diócesis, con sus tareas en los ámbitos de la caridad, pero también en escuelas, cárceles y hospitales, según los definió monseñor Michele Di Tolve, delegado del Ámbito para el cuidado del diaconado, el clero y la vida religiosa, quien presentó la asamblea al Papa tras una oración y la lectura del Evangelio del día. Inmediatamente después comenzó el coloquio, que duró cerca de hora y media, y en el que se repasaron cuestiones relacionadas con la diócesis y el papel e identidad del sacerdote, la belleza de ser sacerdote (el Papa citó el modelo de Don Milani, «un gran hombre, una luz para el sacerdote italiano»), el riesgo de la mundanidad y la necesidad de extender la acogida en las parroquias «¡a todos, a todos!».
Acompañar a los ancianos solos y a los jóvenes en dificultad
Surgió con fuerza la cuestión del sufrimiento de las personas, que hay que acompañar con cercanía, compasión y ternura, tres cualidades de Dios que hay que experimentar -dijo Francisco- especialmente por los ancianos. La pastoral hospitalaria es importante en este sentido, así como las dificultades de la ciudad de Roma, como la emergencia habitacional para la que el Papa pidió generosidad a las congregaciones religiosas con instalaciones, o la difusión de la droga, el drama de la soledad, de los muchos que viven su dolor en la invisibilidad. «En la vida de un sacerdote lo invisible es más importante que lo visible, porque es más denso, más doloroso», dijo el Santo Padre. Y añadió: «Nuestro trabajo como sacerdotes es ir a buscar a estas personas, porque la Iglesia es profética o clerical: a nosotros nos toca elegir».
Guerras, armas, paz, política
El diálogo giró en torno a la situación actual en Europa y en todo el mundo, y el Sucesor de Pedro citó con dolor las guerras en curso, en Tierra Santa, Ucrania, pero también en Myanmar, en el Congo, así como las enormes inversiones en armas, los anticonceptivos, los gastos veterinarios y la cirugía estética. Instó a trabajar en el Magisterio Social de la Iglesia, a un mayor compromiso con el bien común, con la paz y, en tiempos de desentendimiento y abstencionismo, con la política, «la forma más alta de caridad».
Admisión de homosexuales en los seminarios
Para concluir, Francisco habló del peligro de las ideologías en la Iglesia y retomó el tema de la admisión en los seminarios de personas con tendencias homosexuales, reiterando la necesidad de acogerlas y acompañarlas en la Iglesia y la indicación prudencial del Dicasterio para el Clero sobre su admisión en los seminarios.
Agradecimiento al cardenal De Donatis
La conversación fue también una oportunidad para recordar y agradecer al cardenal Angelo De Donatis, desde 2017 vicario de la diócesis de Roma y nombrado Penitenciario Mayor el pasado mes de abril. Con los sacerdotes presentes, muchos de los cuales tuvieron a De Donatis como padre espiritual durante sus años de seminario, el Papa elogió al purpurado por su gran «capacidad de comprender y de perdonar», cualidades preciosas en su nueva función, en la que está llamado a ser «expresión del rostro misericordioso del Padre». Agradeció a todos los sacerdotes su labor, instándoles a continuar en su compromiso, al discernimiento comunitario y a la escucha de cuantos se dirigen a ellos.
Fuertes y mansos
«El Papa llamó a estos pastores generosos, entregados, compasivos, capaces de cercanía… Son los únicos, de hecho, que se ponen del lado de la gente porque muchas veces», aseguraron los propios sacerdotes, «las instituciones son un poco sordas y no escuchan el grito de los pobres», explicó monseñor Di Tolve a los medios vaticanos. Por parte del Papa, la invitación fue a «ser fuertes y mansos al mismo tiempo, hacerles sentir que la parroquia está cerca de ellos, casa entre las casas, y que pueden revivir una experiencia familiar».
Situaciones de dolor
Fue emocionante durante la conversación de cerca de hora y media, relató Di Tolve, «escuchar a algunos sacerdotes que experimentan la soledad y el aislamiento de tantos ancianos y enfermos, y también oír sus voces quebradas por la emoción al relatar algunas de las situaciones de dolor que habían visto. El Santo Padre recomendó generar en la comunidad la capacidad de escuchar los signos de los tiempos, de ser una Iglesia profética. Lo que significa una verdadera capacidad de proximidad hoy». Una misión que contrarreste la «condición social de aislamiento, de distancia, de grandes proclamaciones y luego de poca cercanía real y de compartir con la gente».
Gente que a menudo se encuentra en estado de emergencia: «Los jóvenes en primer lugar», señala Di Tolve, «en Roma hay chicos que son contratados para vender droga y luego dejan la escuela en séptimo curso. Este es el verdadero drama que viven». Realmente, dice el obispo, «debemos ayudar a la gente a encontrar los valores más importantes y verdaderos en un contexto y una cultura en la que a todos se les dice: “Piensa en ti mismo, realiza tu vida. No mires demasiado a tu alrededor, sólo date cuenta de ti mismo”. Aquí no podemos aceptar que la familia humana sea así».
El saludo al Pueblo de Dios
En el auditorio de la Universidad Salesiana, el Papa llegó después de un cuarto de hora que pasó fuera saludando a los miembros de la comunidad académica que entonaron una canción dedicada a Don Bosco: profesores (entre ellos un sacerdote de 96 años), así como estudiantes y colaboradores. Ante las puertas de la universidad, la gente del barrio formó un cordón para recibir al Papa. Él hizo frenar el coche para saludar a todos. «Creía que era una broma… ¡Es el Papa de verdad», gritó una chica. Mientras hablaba brevemente con algunos periodistas, el Papa subrayó que en el G7 -al que acudirá el viernes 14 de junio- hablará sobre inteligencia artificial y paz y que también mantendrá algunas conversaciones bilaterales con los líderes presentes en Borgo Egnazia, en Apulia.
Uno a uno, Francisco, desde el ya familiar Fiat 500 L, estrechó la mano de la fila de estudiantes que se agolpaban en el camino de entrada desde hacía una hora. Bromeó con un grupo de argentinos y se hizo una foto con unas monjas. En el patio, el cardenal Artime presentó a algunos de los presentes, pero algunos se acercaron por su cuenta, como sor Franca, que estrechó la mano del Papa, agradeciéndole las respuestas a sus cartas escritas en los últimos años. Con ella hubo también un intercambio de bromas: «¿Cuántos años tiene?», preguntó Francisco. «Más de 80 años…». «Yo también tengo más de 80 años… ¿Pero más cerca de los 80 o más cerca de los 90?». «Ehh». Las risas colectivas se convirtieron en silencio cuando el Papa bendijo a una joven discapacitada en silla de ruedas, llamada Gloria: «Es muy buena», dijeron desde el grupo. A todos el Papa les regaló un Rosario.
La firma del Libro de Honor
Incluso a los sacerdotes, al final del encuentro, Francisco quiso dejarles un Rosario como recuerdo de la jornada. Fueron muchos los «gracias» de los sacerdotes, alineados en fila para saludar al Pontífice; muchas las peticiones de «recen por mí», cartas, libros como regalo o saludos traídos por feligreses, niños de Grest, familiares. En particular, Francisco alentó la misión de un sacerdote colombiano que lleva años en Roma. Por último, firmó en el Libro de Honor de la Universidad: «Muy contento de este encuentro con los sacerdotes. Recen por mí. Fraternalmente, Francisco».
Crédito de la nota: Vatican News.