«En Etiopía hay varios conflictos, pero no debemos perder la esperanza», afirma el cardenal Berhaneyesus Demerew Souraphiel, arzobispo metropolitano de Addis Abeba, en una entrevista con la Agencia Fides.
–Eminencia, en Etiopía hay varios conflictos internos. ¿Cuáles son las consecuencias para la población?
–Etiopía se enfrenta a varios conflictos que están causando un gran sufrimiento a la población. Hace dos años, tuvimos la guerra de Tigray, que terminó con un tratado de paz firmado en Pretoria, Sudáfrica. Sin embargo, hay una guerra que lleva cuatro años en la región de Oromía, en el sureste del país, donde muchas personas han sido asesinadas y otras desplazadas, especialmente las de origen amhara. Este conflicto sigue activo, pero el gobierno federal etíope y el Ejército de Liberación Oromo han comenzado conversaciones en Tanzania, aunque aún no han llegado a un acuerdo.
Las necesidades humanitarias en Oromía son enormes tanto para los desplazados como para quienes se han quedado, pero sufren las consecuencias de la guerra. Lo mismo ocurre en la región de Amhara, donde ha habido enfrentamientos entre el gobierno federal y la milicia Amhara (Fano). Esperamos que encuentren un mediador para dialogar y detener la guerra. También hay conflictos locales en otras partes del país, pero los principales están en Tigray, Amhara, Afar y Oromía.
La iglesia católica, a través de Caritas Internationalis, intenta ayudar a la mayor cantidad de personas posible. Aunque somos una realidad pequeña en Etiopía, tratamos de llegar a muchos desplazados y personas en zonas de guerra para ofrecerles ayuda.
–Cardenal Berhaneyesus Demerew Souraphiel, además de las heridas físicas, están las psicológicas y espirituales. ¿Qué se puede hacer para curarlas?
–Toda guerra deja heridas no sólo en el cuerpo, sino también en el alma y el espíritu. Muchas de las víctimas son mujeres, niños y ancianos, además de los soldados. La iglesia quiere ofrecer ayuda en los ámbitos social, psicológico, espiritual y de cuidado de traumas. Prestamos especial atención a los niños y a sus madres, ya que muchos no pueden ir a la escuela porque varios edificios escolares han sido destruidos. También ayudamos a las mujeres víctimas de violaciones.
El cuidado de traumas comienza a nivel de aldea y se extiende al distrito, zona y región. Estamos formando a nuestro personal religioso, tanto hombres como mujeres, además de seminaristas y catequistas, para proporcionar ayuda en este campo. Esta es una actividad muy importante.
– Arzobispo metropolitano de Addis Abeba, ¿contribuye el diálogo ecuménico e interreligioso a la búsqueda de la paz?
–La iglesia católica es miembro fundador del Consejo Interreligioso de Etiopía, donde todas las confesiones, cristianas y musulmanas, trabajan juntas, especialmente en la reconciliación y el cuidado de traumas de guerra, que necesitan tiempo para ser efectivos, además de la asistencia humanitaria (distribución de alimentos, medicinas y bienes de primera necesidad). Trabajamos junto al patriarca y al Sínodo de la Iglesia Ortodoxa Etíope, con el Consejo Islámico de Etiopía y otras confesiones a nivel nacional y local. También colaboramos con el Consejo Evangélico Etíope, los adventistas y otros. Trabajando juntos, somos más efectivos y hemos recibido el reconocimiento del gobierno federal.
–Finalmente, cardenal Berhaneyesus Demerew, ¿qué esperanzas hay para Etiopía?
–Siempre hay esperanza. Etiopía es un país cristiano muy antiguo, con una historia de al menos tres mil años, donde la mayoría de la población es cristiana. Judíos, cristianos y musulmanes han vivido pacíficamente durante siglos, y queremos continuar así. Sin embargo, hay factores que crean divisiones, como el federalismo étnico. Aunque el federalismo es un buen sistema, creemos que no debe basarse en la etnia o el idioma.
Desde el punto de vista geopolítico, Etiopía es un país importante. Con 120 millones de habitantes, es el segundo más poblado de África después de Nigeria. El 70% de la población es joven, y aunque aman a su país, muchos se ven obligados a migrar debido a la pobreza y los conflictos. Muchos van al Oriente Medio y Sudáfrica, algunos a Libia para intentar llegar a Europa. Como iglesia católica, creemos que ésta no es la solución. Es necesario formar a los jóvenes profesionalmente en su propio país, para que si tienen que ir al extranjero, sean bien remunerados y respetados. Pedimos ayuda para formar a nuestros jóvenes. Todo el Cuerno de África necesita personas con habilidades profesionales. Etiopía está creciendo económicamente, con industrias manufactureras que pueden beneficiarse de la electricidad de la Gran Presa. Necesitamos paz, educación e inversiones para potenciar nuestra industria y exportar productos, cuyos ingresos se reinviertan en la economía nacional para crear más fábricas y generar más empleos.
Crédito de la nota: Agencia Fides.