Los peregrinos aún no pasan por el «Túnel de la Fraternidad», como ha sido apodado, porque será inaugurado oficialmente este otoño. Pero la obra ya está terminada y sólo falta abrirla al público y a los fieles cristianos y musulmanes, que se muestran ya entusiasmados.
Se trata del paso subterráneo que conecta la catedral católica de Girata con la mezquita Istiqlal, un edificio situado frente al templo cristiano. En el corazón de la capital indonesia, en plena plaza de la Independencia -lugar de gran valor para la identidad nacional-, las dos imponentes estructuras se miran con benevolencia desde muy cerca, casi reflejándose la una en la otra, fruto de una elección arquitectónica y urbanística que, desde el principio, ha querido significar y simbolizar un propósito común, la visión de una coexistencia arraigada en la nación indonesia.
Esta visión se ha visto reforzada por la construcción y restauración de ese paso subterráneo (originalmente un simple paso subterráneo de carretera), que, gracias a la idea del presidente indonesio Joko Widodo -ahora presidente del gobierno saliente, que dejará este otoño a su sucesor, el recién elegido Prabowo Subianto-, se ha convertido en el símbolo de una ósmosis, de un intercambio continuo de visitas, de un camino de amistad humana y espiritual que, en última instancia, caracteriza el rostro de la gran metrópoli y de toda la vasta y plural sociedad indonesia.
Primero fue la catedral, un edificio neogótico construido en la primera mitad del siglo XIX después de que el Comisario General de Batavia (antiguo nombre de Yakarta) de la Compañía Holandesa de las Indias Orientales cediera el terreno para construir una iglesia católica, que en 1829 recibió el nombre de «Nuestra Señora de la Asunción». Debido a algunos problemas estructurales, el edificio fue reconstruido en la última década del siglo. Entre 1891 y 1901, el padre Antonius Dijkmans, sj, se encargó de la nueva estructura arquitectónica y, gracias a la contribución del arquitecto M.J. Hulswit, la nueva iglesia de Nuestra Señora de la Asunción fue consagrada por monseñor Edmundus Sybrandus Luypen, sj, vicario apostólico de Batavia, el 21 de abril de 1901.
Tras la reciente restauración concluida en 2002, la iglesia muestra todo su esplendor y es punto de encuentro de peregrinos de toda Indonesia. Al final de la nave derecha, hay una estatua de La Piedad que es lugar de oración intensa. Marta, una profesora de unos 40 años, cuenta que «viene a confiarle todas sus dificultades y sufrimientos, para que María y Jesús los acojan, dándoles consuelo y fuerza».
En el interior de la iglesia destaca actualmente un «contador» especial, un dispositivo electrónico que marca en una pantalla «-59», es decir, los días que faltan para la visita del papa Francisco a la propia catedral (que estará en Indonesia del 3 al 5 de septiembre).
Mientras que velando por los fieles, a la izquierda del altar mayor, se encuentra la estatua de «María, madre de todas las etnias», una imagen creada en 2015 para dar a la Virgen rasgos «más familiares» a los fieles de Indonesia, adoptada después por el arzobispo de Yakarta, el cardenal Ignatius Suharyo, como emblema de unidad nacional. La Virgen viste un traje tradicional javanés llamado «kebaya». En su pecho luce el «Garuda Pancasila», un pájaro que es símbolo tradicional de Indonesia, mientras que su cabeza está adornada con un velo rojo y blanco, los colores de la bandera indonesia, que también indican los valores de valentía y santidad. En la corona está representado un mapa del país encomendándose a la protección de María y acogiendo al papa Francisco pidiéndole su bendición.
El silencio del interior se ve contrarrestado por el bullicio festivo fuera de la iglesia: un grupo escolar de niños de una escuela cristiana protestante del norte de Yakarta, acompañados de padres y profesores, celebran alegremente su visita a la iglesia y al museo contiguo, una parada en una peregrinación a los lugares santos de la ciudad. Junto a ellos, los niños de la parroquia católica de Santo Domingo de Bekasi (un suburbio de la capital), que participan en el movimiento «Infancia Misionera», de las Obras Misionales Pontificias locales, pasan un día de retiro espiritual en el complejo de la catedral: su lema es «tener fe y donar a Jesús» a todos los que encuentran.
Igualmente concurrida, lugar de socialización y descanso, y para muchos destino de una excursión dominical, es la mezquita Istiqlal, una estructura moderna y majestuosa (la mayor mezquita del sudeste asiático) construida para conmemorar la independencia de Indonesia y llamada «Istiqlal», que significa «independencia» o «libertad» en árabe. Niños, jóvenes, mujeres, ancianos, familias enteras que han venido a hacer un picnic, pasan un momento de relajación en el amplio espacio exterior del templo o en su acogedor patio, que, con sus arcadas, ofrece cierto cobijo del calor de la estación seca. Los fieles musulmanes, como manda la tradición, dejan los zapatos y entran en la inmensa sala de rezo, inclinándose en oración sobre la alfombra roja que cubre el suelo, entre imponentes pilares plateados y la cúpula que abarca todo el espacio hasta donde alcanza la vista. Aunque no hay ninguna celebración especial (la reunión de oración es los viernes), los altavoces reproducen el sermón del gran Imam K.H. Nasaruddin Umar.
Tras recibir la confirmación extraoficial, el hombre no pudo contener su alegría y -desbancando tanto al Gobierno como a la Conferencia Episcopal de Indonesia- fue el primero en anunciar a los medios de comunicación que el papa Francisco iba a visitar su templo, donde el pontífice mantendrá un encuentro con líderes religiosos de diversas confesiones. «El mensaje del Papa es también la misión de la mezquita Istiqlal, que es transmitir humanidad, espiritualidad y civilización, sin distinción de religión, etnia, lengua. La humanidad es una», dijo expresando la expectación y satisfacción de la comunidad musulmana de Yakarta por la llegada del pontífice.
La idea de construir ese templo surgió en 1949 (tras la declaración de independencia de Indonesia de los Países Bajos) de Wahid Hasyim, entonces «ministro de Asuntos Religiosos». La comisión de construcción se creó en 1953, bajo la supervisión del primer presidente de Indonesia, Sukarno, que quería edificar la mezquita en la plaza Merdeka (plaza de la Independencia). El presidente y todos los miembros del gobierno subrayaron también que la decisión de erigir la mezquita frente a la catedral de Yakarta pretendía simbolizar la armonía religiosa y la tolerancia inherentes a la Pancasila, la «Carta de los Cinco Principios», la filosofía nacional subyacente a la Constitución.
Ese espíritu no se ha perdido en absoluto y todavía puede apreciarse hoy cuando los creyentes musulmanes hablan con orgullo del «túnel silaturahmi» que conecta su casa con la iglesia católica. La expresión es tan significativa como siempre: «silaturahmi», en el contexto y la cultura indonesios -explican los estudiosos- indica una forma de interacción social a través de la cual se mantienen fuertes relaciones interpersonales, como el parentesco o los lazos educativos, económicos, sociales y religiosos. «Silaturahmi», término utilizado específicamente por los musulmanes indonesios, significa «la intención de cultivar y alimentar una relación humana».
Existe el deseo, existe la intención de mantener buenas relaciones, en un «diálogo de vida» hecho de prácticas amistosas, gestos sencillos y benevolencia gratuita. El cardenal Ignatius Suharyo y el imán las cultivan con mansedumbre y empatía cotidianas, que se expresan de manera plasmable a través de ese túnel, un canal siempre abierto que, tras la restauración finalizada en 2022, permitirá el flujo de fieles, en ambas direcciones, para admirar las obras del arquitecto indonesio Sunaryo. El artista ha creado bajorrelieves que adornan las paredes del pasadizo revestido de mármol: dos manos que se tocan para «dar una idea de humildad generada por la interioridad del alma, para que cada uno sienta la conexión y complete la unidad», reza la ilustración de la escultura, creada tanto «en positivo» (en relieve) como «en negativo» (con excavación) en las paredes del túnel.
Y mientras el visitante avanza por la calzada donde están dibujados en granito los círculos concéntricos, «símbolo de esperanza que da nueva luz al camino», descubrimos que el papa Francisco no podrá cruzar ese subterráneo, una hipótesis descartada por las autoridades por motivos de seguridad. Pero esto no afecta en absoluto al ambiente, a la alegría, al entusiasmo palpable, tanto en la comunidad de católicos como al otro lado de la calle, entre la gente del Profeta, que sonríe, dispuesta a acoger y abrazar al hombre vestido de blanco.
Crédito de la nota: Agencia Fides.