Nombrado por Francisco obispo de la diócesis creada a principios de mes en parte del territorio de Malakal, el prelado ha agradecido al Papa la oportunidad de «prestar una mayor atención pastoral a los numerosos fieles de estas zonas». En la gran parte de la Iglesia, con 600 mil cristianos, hay siete parroquias y otros tantos sacerdotes diocesanos, pero el número de bautizados no deja de aumentar. Las comunidades se mantienen vivas gracias a los laicos, sobre todo a los catequistas
Es grande y profunda la gratitud que siente monseñor Christian Carlassare por el Papa que, el pasado 4 de julio, erigió en Sudán del Sur la nueva diócesis de Bentiu, nombrándolo primer obispo comboniano de una porción de Iglesia encerrada en dos territorios: el del Estado de la Unidad, del que es capital la ciudad de Bentiu, y el de una zona administrativa autónoma de los Rouen, población perteneciente a la tribu dinka. Una vasta superficie de casi 38 mil kilómetros cuadrados con una población de más de un millón de habitantes.
Futuro por construir
El territorio para crear la diócesis de Bentiu se tomó en parte de la diócesis de Malakal, que se había hecho demasiado grande para poder seguir prestando una atención pastoral completa a todos los cristianos. Y después de todo, confirma monseñor Carlassare, «habría sido difícil siquiera imaginar la idea de tener una pastoral compartida entre comunidades tan diferentes entre sí».
El misionero comboniano de origen italiano, que lleva casi veinte años en Sudán del Sur, explica a los medios vaticanos que es consciente de que a partir de ahora habrá mucho que construir: «Realmente habrá mucho que poner en marcha porque el conflicto étnico de los últimos años ha herido especialmente a Bentiu, pero la gente es fuerte, tiene una gran historia de fe. Para mí será una misión exigente pero que dará plenitud a mi vida, al misionero que soy, siempre al servicio de esta población».
Evangelización contagiosa
Hay un momento de pura alegría en la historia reciente de la evangelización de Bentiu que monseñor Carlassare resume remontándose con sus recuerdos a los años de la guerra civil «que había obligado a muchas personas a huir de sus territorios para ir a la ciudad donde conocieron el Evangelio». Estos hombres y mujeres, una vez de vuelta en sus comunidades, reunían a personas en situación de pobreza y conflicto y les daban la oportunidad de encontrarse con las enseñanzas de Jesús». Y así, desde los años 90 hasta hoy, las conversiones se han multiplicado y han surgido muchas comunidades cristianas, moderadas por buenos y voluntariosos catequistas.
«Si el número de sacerdotes en esta zona siempre ha sido reducido, las comunidades están vivas gracias al compromiso de tantos laicos», añade el obispo.
Pocos efectivos para grandes zonas
Hay más de 600 catequistas en una diócesis con al menos 600 mil cristianos. «Las parroquias -dice el prelado de Bentiu- son sólo siete, repartidas en un territorio muy vasto: tres parroquias están en un territorio de la tribu dinka y cuatro en un territorio de la tribu nuer».
También hay todavía pocos sacerdotes diocesanos, sólo siete por el momento, mientras que hay una decena de seminaristas, entre ellos dos diáconos que pronto serán ordenados. Tampoco hay muchos misioneros: dos capuchinos de la provincia polaca y tres combonianos.
La reconciliación, un reto prioritario
Monseñor Carlassare, que hasta ahora ha gobernado la diócesis de Rumbek durante tres años y que en 2021, poco antes de su ordenación episcopal, sufrió una emboscada en su presbiterio, siendo herido de bala en las piernas, conoce bien las alegrías y las penas del país de África Oriental. Sabe bien que la guerra y los enfrentamientos han lacerado a toda la sociedad y que el conflicto, generado por el mal gobierno y la incapacidad de proporcionar paz y desarrollo, agrava ahora la pobreza empeorada también por las inundaciones.
«Las cicatrices del conflicto también están provocando una fuerte enemistad entre las comunidades dinka y nuer, una enemistad que debemos ayudar a borrar. Creer en la reconciliación es posible, y para nuestra Iglesia se convierte en un reto realmente prioritario», concluye el comboniano.
Crédito de la nota: Vatican News.