La Iglesia universal, y en particular la de la República Democrática del Congo, tiene cuatro nuevos beatos. Tres misioneros javerianos y un sacerdote diocesano, testigos de la fe, beatificados este domingo 18 de agosto de 2024 por el cardenal Fridolin Ambongo, que representó al papa Francisco, en Uvira, en el país africano, lugar donde sufrieron el martirio en 1964.
Desde hace varios meses, la diócesis de Uvira, al este de la República Democrática del Congo (RDC), se preparaba para recibir este gran evento. A lo largo de la semana, la ciudad situada al norte del lago Tanganica, en la provincia de Kivu del Sur, recibió a decenas de miles de invitados, que acudieron para participar en la beatificación de los cuatro mártires. Procedían de la República Democrática del Congo, Burundi, Ruanda, Francia, Italia y otros países.
Un triduo de oración y dos días de conferencias sobre la beatificación marcaron también esta preparación. El domingo, al inicio de su homilía, el cardenal Fridolin Ambongo, responsable de representar al Papa en esta celebración, dio gracias y expresó su alegría por proceder a la beatificación del padre Albert Joubert, sacerdote de la diócesis de Uvira, y de los sacerdotes Luigi Carrara y Giovanni Didonè y el Hermano Vittorio Faccin, misioneros javerianos. En esta celebración participaron las familias de los cuatro nuevos beatos.
La Iglesia puede recurrir a la intercesión de estos bienaventurados
«Esta beatificación significa que nuestras Iglesias locales, en particular las de la República Democrática del Congo, Italia y Francia, pueden ahora recurrir a su intercesión y dedicarles devoción pública», explicó el cardenal Ambongo al inicio de su homilía.
«Las lecturas propuestas para este XX Domingo del Tiempo Ordinario nos iluminan sobre el significado del martirio y el alcance de la vida bienaventurada para la Iglesia y para el mundo», indicó el arzobispo de Kinshasa. «Nuestro Dios -subrayó el cardenal Ambongo- se preocupa ante todo de nuestro destino final, desea, para todos y cada uno de nosotros, una vida plena y feliz con Él y cerca de Él. A los que son condenados a muerte por su fe les concede la gozosa esperanza de la resurrección. Los mártires, que lavan sus vestiduras y las blanquean con la sangre del Cordero, ahora forman parte de la inmensa multitud que nadie puede contar y que, cantan la salvación que pertenece “a nuestro Dios que está sentado en el Trono y al Cordero” (Apocalipsis 7,10) y contemplar «su rostro sin fin, en compañía de los ángeles y en la comunión de los santos».
El Evangelio de este domingo nos dice también que «comulgar con el Cuerpo y la Sangre de Cristo es participar en su sufrimiento y en su muerte, para vivir eternamente en Él». Así, «al declarar oficialmente bienaventurada a una persona, como ocurre hoy, la Iglesia reconoce y confiesa que la muerte física no ha vencido y que Dios no ha abandonado a sus servidores», declaró el prelado congoleño.
Los mártires no caen del cielo
«Al celebrar hoy a nuestros nuevos beatos mártires -continuó el cardenal Ambongo-, tomamos conciencia de nuestra vocación y de lo que Dios quiere que hagamos, porque ser mártir es ser testigo, es dar testimonio. El cristiano es aquel que da testimonio de su fe en Cristo donde quiera que se encuentre, y se mantiene firme a pesar de las hostilidades, persecuciones y tentaciones. Él permanece fiel a su fe, incluso a costa de su vida. Esto demuestra que los mártires no caen del cielo. Tampoco son seres extraordinarios, sino cristianos como tú y como yo. La única diferencia es que vivieron su fe de manera excepcional, mostrando fidelidad a Dios y a su palabra, en un ambiente a veces hostil», explicó el arzobispo de Kinshasa.
«Nuestros cuatro hermanos mártires son proclamados hoy beatos y, por tanto, llevados al honor de los altares y propuestos como modelos de vida cristiana porque no traicionaron su fe -subrayó el prelado- antes de describir el contexto de su martirio. Fue en el apogeo de la rebelión de los años 60 en la República Democrática del Congo cuando fueron martirizados, a pesar de que tuvieron la oportunidad de escapar. Eligieron dar testimonio de su fraternidad evangélica permaneciendo junto a sus fieles de Fizi y Baraka, hasta el derramamiento de sangre. Desde entonces, su sangre se ha convertido en una semilla para la evangelización en profundidad de este país y de toda la Iglesia. Hoy se unen al linaje de personas vestidas de blanco que se presentan ante el trono del Señor».
La Iglesia de la República Democrática del Congo tiene cuatro nuevos beatos
En actitud de acción de gracias, el cardenal Ambongo recordó que estos cuatro beatos de la Iglesia del Congo se suman a los otros dos ya conocidos: el beato Isidoro Bakanja, muerto por azotes en 1909, y la beata María Clementina Anuarite, masacrada el mismo año como nuevo beato, en 1964, en similares circunstancias de la rebelión mulelista. La Iglesia congoleña celebra este año el jubileo del 60º aniversario de su martirio. «Todos estos beatos mártires nos enorgullecen y son expresión de la vitalidad de nuestra Iglesia», afirmó el arzobispo de Kinshasa.
Basta de rivalidades y favorecer la voz del diálogo
Con la ayuda del nuevo beato, el cardenal Ambongo lanzó un llamamiento urgente para abandonar «la irreflexión de la voluntad de poder, de dominación y control armado de las riquezas». Instó a favorecer la voz del diálogo y la resolución pacífica de los conflictos, porque «donde las personas se hablan con la verdad, siempre terminamos escuchándonos».
Finalmente, el cardenal llamó a poner fin a las rivalidades y a la violencia y a unirse en torno a proyectos que garanticen el desarrollo de las poblaciones. De esta manera, se honrará la memoria de los beatos mártires que derramaron su sangre en nombre de la fe en Cristo, afirmó el representante del Papa, que concluyó pidiendo la bendición del Señor en nombre de los beatos Albert Joubert, Luigi Carrara y Giovanni Didonè y Vittorio Faccin.
Crédito de la nota: Vatican News