Navidad en Belén: se respira una serenidad olvidada hace tiempo

Navidad en Belén: se respira una serenidad olvidada hace tiempo

Serán unas festividades sin luces para los cristianos de Tierra Santa, afectados por la guerra y la falta de trabajo. A pesar de las dificultades, no se renuncia a las costumbres y tradiciones. George, un católico local, afirma: «Los scouts tendrán un papel importante, animando con música y gaitas la procesión de entrada del Patriarca».

Algunos débiles signos de esperanza emergen en la Navidad sin luces de Belén. La ciudad natal de Jesús celebra su segunda Navidad desde el inicio de la guerra en Gaza. El año pasado, la tristeza estuvo acompañada por tensiones que dificultaron disfrutar de momentos de serenidad y esperanza. Este año, las frecuentes noticias sobre una posible tregua en Gaza podrían inspirar relaciones y sentimientos más optimistas. Esto ya se percibió el pasado 1° de diciembre, cuando el Custodio de Tierra Santa, fray Francesco Patton, llegó a Belén para iniciar el tiempo de Adviento.

La mañana del 24 de diciembre, el Patriarca latino de Jerusalén, el cardenal Pierbattista Pizzaballa, entrará a pie en Belén, como es tradición, cruzando el centro de la ciudad rodeado de una multitud, scouts y religiosos locales. Por la noche, presidirá la tradicional misa de Nochebuena en la iglesia parroquial de Santa Catalina, ante la presencia de representantes locales, palestinos y diplomáticos.

Habrá tres misas de Navidad: la católica el 25 de diciembre, la de los griegos ortodoxos el 6 de enero y la de los armenios el 18 de enero. En la práctica, el período navideño en Belén dura dos meses, abarcando las celebraciones de las distintas confesiones cristianas.

La partida de los cristianos

A pocos metros de la iglesia de Santa Catalina, en el altar del pesebre dentro de la gruta de la Natividad, la misa de medianoche será celebrada por el padre Francesco Patton, junto a los frailes de la Custodia de Tierra Santa y cristianos locales. Una tercera misa suele celebrarse en el Campo de los Pastores, un lugar donde hasta hace dos años asistían numerosos peregrinos que abarrotaban Belén en esta época. Hoy, no sólo faltan los peregrinos, sino que también disminuyen los cristianos locales.

«Desde el inicio de la guerra, alrededor de noventa familias cristianas han abandonado Belén», explica el padre Ibrahim Faltas, vicario custodial y líder histórico de los católicos locales.

«Es una herida profunda para nuestra comunidad. Pero, ¿cómo oponernos válidamente a esto? Las familias con hijos piensan en su futuro, y aquí ese futuro está comprometido desde el nacimiento. Los que pueden, se van. Pero no es justo. Como dice el papa Francisco, existe el derecho a emigrar, pero aún más importante es el derecho a quedarse».

Costumbres y tradiciones

El problema del clima navideño en Belén no es la ausencia de luces, estrellas o árboles de Navidad, sino el ambiente opresivo que, aunque ya existía, se ha intensificado desde el 7 de octubre del año pasado. Sin peregrinos, muchas familias que vivían del turismo pierden su principal fuente de ingresos. Las tiendas de artesanos de madera de olivo y nácar, ubicadas en la calle Milk Grotto, al sur de la basílica, están cerradas.

«Tenemos alrededor de treinta artesanos que suelen trabajar para nosotros fabricando pesebres y figuras de madera que vendemos durante todo el año, porque para los peregrinos, en Belén siempre es Navidad», explica Rony Tabash, dueño de la tienda de objetos religiosos más antigua y popular de la ciudad. «Pero, desde hace quince meses, no trabajan, y sus familias no tienen ingresos».

A pesar de las dificultades, las familias católicas no renuncian a sus tradiciones. «Un papel importante lo juegan los scouts», cuenta George, un joven ingeniero católico que trabaja en el sector turístico.

«No sólo animan con música y gaitas la procesión del Patriarca, sino que ayudan a preparar las celebraciones familiares, apoyan a las madres y abuelas en la cocina, y cuidan de los ancianos. Este año, sin embargo, la procesión será sin música, y tampoco habrá luces en las calles ni en la plaza del Pesebre. Después de la misa de medianoche, nos reuniremos en la plaza para intercambiar felicitaciones, como una gran familia».

«Por la mañana del 25, se abren los regalos bajo el árbol, como en Europa. Luego, hay un gran almuerzo que puede durar horas, con pollo asado, cordero relleno o arroz preparado con ajo, carne de cordero y yogur. Después vienen los dulces: pastelitos de sémola con nueces, pistachos o dátiles; galletas de jengibre; o los ghreibeh, galletas de mantequilla rellenas de nueces. Se acompaña con vino blanco local Cremisan y se digiere con algún licor fuerte. Si hay amigos musulmanes, se ofrecen jugos de fruta, porque es tradición visitar amigos después del almuerzo y jugar con ellos al bingo. A los niños se les dejan regalos bajo el árbol de Navidad, mientras que a los ancianos se les regala dinero, ya que aquí la vejez no cuenta con una buena seguridad social».

«Son días para tomar un respiro, días en los que se experimenta una serenidad que normalmente no existe», concluye George.

«De la Navidad nos llevamos sobre todo ese coro de ángeles que canta y promete ‘paz en la tierra a los hombres amados por el Señor’. Seguimos esperando la paz con una esperanza obstinada».

Crédito de la nota: Vatican News.