El Día Mundial de la Lepra se celebra el último domingo de enero, este año fue el domingo 30 con la 69 edición. Fue instaurada en 1954 por el escritor y periodista francés Raoul Follereau, llamado «el apóstol de los leprosos», ya que luchó contra toda forma de marginación e injusticia. Hoy en día, la lepra forma parte de la lista de Enfermedades Tropicales Desatendidas (ETD) de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y, a pesar de ser curable, sigue siendo un problema de salud pública en varios países de África, Asia y América Latina, donde persisten condiciones socioeconómicas precarias que favorecen la transmisión de la enfermedad y dificultan su diagnóstico oportuno.
Según informa la Aifo, la Asociación Italiana de Amigos de Raoul Follereau, que promueve la celebración del Día y otras iniciativas a lo largo del año, la OMS ha publicado a principios de septiembre su tradicional informe sobre la situación de la lepra en el mundo. El primer aspecto a destacar es que solo 127 países (de 221) proporcionaron datos sobre la lepra para 2020, en comparación con 160 países en 2019. El número anual de personas diagnosticadas en todo el mundo es de 127.396 (38,6% mujeres), una cifra muy inferior a la de 2019 (202.185 personas), una reducción del 37,1%. Este repentino descenso se debe, sin duda, a la disminución de la recogida de datos durante la pandemia de Covid-19, por lo que debe interpretarse con cautela a la hora de calcular las tendencias a largo plazo.
La Iglesia misionera tiene una larga tradición de asistencia a los enfermos de lepra, a menudo abandonados incluso por sus propias familias, y siempre les ha proporcionado no sólo atención médica y asistencia espiritual, sino también posibilidades concretas de recuperación y reintegración en la sociedad. En muchos países, todavía existe una grave discriminación contra estos pacientes debido a la supuesta incurabilidad de la enfermedad y a las terribles mutilaciones que provoca.
Entre los institutos religiosos que en su misión evangelizadora se han dedicado a la atención médica y a la reinserción social de los enfermos de lepra, en el pasado o incluso en nuestros días, podemos mencionar a los Camilos (Ministros de los Enfermos, MI), a las Franciscanas Misioneras de María (FMM), las Hijas de los Sagrados Corazones de Jesús y María fundadas por el misionero salesiano Beato Padre Luigi Variara, los Franciscanos Menores y Capuchinos, los Jesuitas, los Misioneros y Misioneras de la Consolata, los Misioneros y Misioneras Combonianos, los misioneros del PIME, entro otros.
Hay varios misioneros beatificados o canonizados que han dedicado su vida a aliviar el sufrimiento de los enfermos de lepra. Entre ellos se encuentra el santo belga Jozef Damián De Veuster SSCC, (1840-1889) conocido universalmente como el Apóstol de los leprosos de la isla de Molokai. Tras contraer él mismo la lepra, murió a la edad de 49 años, habiendo pasado 16 años entre los leprosos. «Damián fue ante todo un misionero católico», dijo el papa Benedicto XVI en la homilía de su canonización. El padre Damián es conocido hoy como un héroe de la caridad porque se identificó plenamente con las víctimas de la lepra.
Santa Marianne Cope, O.S.F., (1838-1918) originaria de Hesse, ingresó en la congregación franciscana de la Tercera Orden en Siracusa, trabajó como maestra, luego como enfermera en hospitales y en 1883 partió a Hawai, donde sirvió como enfermera en los hospitales de lepra de Honolulu y Molokai, trabajando durante mucho tiempo con el misionero Damián de Veuster, cuya labor continuó. Murió en Molokai en 1918, tras pasar 35 años entre los leprosos.
El Beato Jan Beyzym, S.I., (1850-1912) nacido en la actual Ucrania, a la edad de 48 años, con el consentimiento de sus superiores, partió hacia Madagascar para el «servicio a los leprosos». Todas sus fuerzas, todos sus talentos y todo su corazón los entregó a los enfermos abandonados, hambrientos y marginados. Se instaló entre ellos, para estar con ellos día y noche. Creó una obra pionera, que lo convirtió en el precursor de la atención actual a los leprosos. Con los donativos recogidos de benefactores y compatriotas, construyó en Marana un hospital para 150 enfermos, para curarlos y darles esperanza, que aún existe.
Crédito de la nota: Agencia Fides.