Gabón se enfrenta al difícil reto de seguir explotando la selva, sus inmensos recursos, protegiendo al mismo tiempo la biodiversidad y el crecimiento económico de la población. La provincial de las Hermanas de la Caridad de Santa Juana Antida de Thouret habla de un país sumido en una crisis social que acaba desorientando a los jóvenes, blanco fácil de las sectas.
Gabón, en África Centro-Occidental, es uno de los seis países de la cuenca del río Congo con el 88% de su territorio cubierto por lo que se considera uno de los mayores pulmones verdes del planeta, hasta el punto de que a principios de marzo se celebró en la capital, Libreville, la cumbre One forest, bajo el patrocinio del presidente francés Macron, que también visitó otros cuatro Estados de África Centro-Sur. En la cumbre, a la que asistieron jefes de Estado de América Latina y el Sudeste Asiático, se demostró que la protección de los bosques y el desarrollo económico de los países de las zonas en cuestión no son opuestos. Sin embargo, a juzgar por el estado en que vive la mayoría de la población, la impresión es que es difícil mantener las cosas en su sitio. Por eso está justificado el temor de que no se escuchen las preocupaciones del Papa expresadas en su reciente Viaje Apostólico a África.
La hermana Paola Neloumta, Provincial de las Hermanas de la Caridad de Santa Juana Antida de Thouret, también parece convencida de ello: «La brecha entre ricos y pobres es demasiado grande», explica, señalando que en la escuela las misioneras intentan ayudar a los jóvenes haciéndoles comprender que «hay que luchar, encontrar otra solución a la pobreza, no abatirse». La hermana Paola cree que hace veinte años Gabón podía considerarse uno de los países africanos más desarrollados, «pero últimamente ha habido una crisis muy fuerte». La población se concentra en la costa, donde reside la minúscula comunidad de las hermanas. La misión aquí comenzó en 2001: el primer asentamiento fue en una laguna, y luego el traslado a Port Gentil, donde dirigen una escuela parroquial, trabajan en Cáritas y enseñan en una escuela católica.
Las desigualdades sociales y económicas
«La retirada de los franceses debilitó el país», observa. «No se estaba preparado para el vacío, ahora hay chinos, incluso algunos españoles. Cada uno intenta coger lo que necesita para sí, sin mirar a la población local», lamenta. «Por ahora, Gabón no puede ir solo. La pobreza ha llegado de forma violenta. Para mí sería necesario un gobierno que se preocupara por el bien del pueblo, más allá de toda corrupción con el exterior», denuncia. En sus palabras, no hay tanto una forma de nostalgia como un reconocimiento de la falta de crecimiento social paralela a la desaparición de los jefes extranjeros. La hermana Paola nos habla desde Chad, su base, «donde la situación es mucho peor debido también a la inestabilidad política».
Recuerda los trágicos sucesos de octubre del año pasado, con la devastadora inundación y las manifestaciones de la transición chadiana, duramente reprimidas. Sin embargo, se muestra confiada: «Creemos que, a pesar de todo este mal, Dios no nos abandona». Y subraya cómo «la fuerza reside en las mujeres y en la solidaridad entre los pobres. Por ejemplo, las que perdieron sus casas en las inundaciones fueron las primeras en ir a la iglesia para hacer saber a la gente que había hospitalidad para los desplazados».
La fuerza de las mujeres y la solidaridad entre los pobres
En Gabón, «la hermana que va a la escuela también trabaja en la pastoral juvenil. Hay una crisis que destruye familias, saca a relucir tanta violencia», explica la hermana Neloumta. «Hay mucho que hacer, y somos pocas». De su relato, esencial pero concreto, se desprende también un fenómeno «nuevo» y muy desafiante: «tantos jóvenes se vuelven ‘locos’ y viven en la calle. Es chocante ver cómo la gente pierde literalmente la cabeza. Las hermanas con los laicos intentan hacer algo pero es difícil, parece una señal de que algo va mal en el país».
La hermana Paola se refiere a la presencia de las sectas, que «tienen un fuerte arraigo sobre todo entre los jóvenes, los seducen». Habla de un estado de desorientación que estaría alimentado precisamente por grupos que manipulan las conciencias con grave perjuicio para la desestabilización social. Se trata de situaciones muy delicadas a las que hay que añadir las huellas de la trata que «ha quedado como una gran herida y ha provocado también odios internos entre los que viven en la costa y los que viven en el interior». En este sentido, la religiosa explica que las personas que iban a ser esclavizadas eran llevadas desde las zonas del interior del país por quienes habían conseguido hacerse ‘amigos’ de los traficantes de seres humanos.
Hermana Neloumta: El Papa ha comprendido África, hagan lo mismo, nos hace bien
El recuerdo de la presencia del Papa en tierras vecinas como la República Democrática del Congo es muy vivo: «Toda África, especialmente el África subsahariana, se sintió cercana al Papa», dice, «sentimos que es alguien que nos comprende. Ahora sabemos más claramente que nuestros recursos nos perjudican, es una paradoja. Cuando dijo ‘Manos fuera de África’, fue como si nos liberara de alguien, como si nos diera fuerzas para levantar la cabeza. Es cierto que fuimos nosotros quienes le dimos la bienvenida, pero es él quien en realidad nos la dio a nosotros. Vemos que tiene una gran preocupación por la Iglesia en África y eso nos hace mucho bien. Debemos seguir ofreciendo aquí un testimonio de Cristo, nosotros, consagrados, sacerdotes y obispos. También debemos purificarnos un poco y esto nos hace mucho bien». El llamamiento que resuena una vez más es el de «intentar conocer África, decir una palabra de consuelo», repite. «Nuestros medios de comunicación no lo cuentan todo, cuando alguien habla de nosotros vemos que no estamos solos».
Crédito de la nota: Vatican News.