El 10 de octubre de 2023, en Arua, al norte de Uganda, unos 25 miembros que viven la espiritualidad de san Daniel Comboni se reunieron para dar gracias a Dios por haber dado este gran misionero a la Iglesia y al mundo.
«Ha celebrado la misa el Padre Tonino Pasolini, en Uganda desde 1966, misionero comboniano fundador y director de Radio Pacis durante muchos años, una emisora de radio escuchada en casi toda Uganda», explica la hermana Laura Gemignani, misionera comboniana que vive en África desde hace unos 40 años, y que ha pasado por Etiopía, Sudán del Sur y actualmente se encuentra en Uganda.
«Nos reunimos en Arua para la celebración de la Misa conmemorativa del ‘Dies Natalis’ de san Daniel Comboni el 10 de octubre. Antes de la Celebración Eucarística, el padre Tonino leyó textualmente la hermosa carta del papa Francisco tomada de la Catequesis del 20 de septiembre de 2023, centrada en la Pasión y el Celo Apostólico por la evangelización, dos actitudes que siguen siendo indispensables para los que llevan a cabo el trabajo apostólico en África. Daniel Comboni fue un apóstol y un profeta de África con una misión en su corazón: el amor desinteresado por África como una verdadera relación entre tú y tu amada», explica la comboniana.
«La pasión de mi vida ha sido la desdichada Nigrizia, a la que he consagrado toda mi vida, y el día más feliz de mis días será aquel en que se me conceda la gracia de dar la vida por ella», repite sor Laura citando las palabras de Comboni.
«¿Qué hace un hombre que está enamorado de una mujer? Está dispuesto -y no superficialmente-, a dar su vida por el amor que siente por ella. ¡Y pienso también en el amor de tantas madres que llegan desde África en un barco! He visto una película que me ha dejado helada: una mujer embarazada que daba a luz sola en un contenedor ahogándose. Da a luz a un bebé, hace que sobreviva saliendo ella misma de ese contenedor en una especie de balsa. En un momento dado se desmaya, pero amarrándose la mano le dice a su criatura: ‘Te he dado todo lo que tenía’. Las hermanas combonianas tienen un corazón apasionado, como Comboni lo tenía por África. Esto es lo primero que quieren abrazar las novicias, las postulantes y las hermanas. Pueden ir y hacer lo que quieran, pueden ser profesoras y trabajar. Trabajar para desmantelar la esclavitud del analfabetismo. Pueden ser enfermeras e ir a eliminar la esclavitud de la enfermedad. Pero en ambos casos, si no tienes un corazón cálido de amor puedes hacer muy poco. Y cuando nos sentimos un poco desconsoladas, un poco desanimadas y vemos ante nosotras no una montaña que escalar, sino una roca escarpada, entonces el Señor nos dice: ‘Ve, yo soy la cuerda, siempre estaré contigo’. Por eso nos ha dejado el Evangelio como brújula».
«Se puede querer y decir ‘Salvad a África’ -continúa la hermana Laura- cuando hemos descubierto juntos la perla del Evangelio, la perla por la que vale la pena vender todo lo demás. Así que cavemos juntos este campo, busquemos juntos esta perla que es la que nos hace felices a ti y a mí». «Una de las cosas más difíciles que he encontrado en África -continúa la misionera- es ayudar a los pobres. Ya la palabra ‘ayudar’ puede confundirse, malinterpretarse. Como dice el papa Francisco, ‘tocar la carne de los pobres es tocar la carne y el corazón de Jesucristo que sigue allí crucificado’. Por eso, no son los pobres quienes nos necesitan, sino nosotros quienes necesitamos a los pobres».
Siguiendo las huellas de Daniel Comboni, la Hna. Laura nos cuenta cómo consiguen mantener vivo el carisma de su fundador en las luchas y problemas de los contextos en los que viven. «Estamos animadas por el mismo amor que le animaba a él, que él llamaba celo apostólico, pasión por África. Si no hay entusiasmo, si no hay pasión, si no hay contacto continuo con el Señor a través de su Palabra, a través de la Eucaristía, a través del compartir con las hermanas, no se puede avanzar. Aquí debemos intentar, como decía Comboni, ‘ser una piedra escondida, reducir el protagonismo y presentarnos siempre y en todos los sentidos como comunidad’. En cierto modo esto es mucho más difícil hoy que en tiempos de Comboni. Estamos llamados a ser la piedra escondida, esto es necesario para cimentar el futuro de África».
Hosanna Badra, novicia congoleña, huérfana de padre, terminó la universidad en 2019. «Conocí a las Hermanas Combonianas en mi parroquia del Congo, donde estaba comprometida en el servicio a otros jóvenes. A lo largo de ese tiempo, vi a sacerdotes y religiosas combonianas que se ocupaban de los pobres, especialmente de los pigmeos de nuestra zona. Al observar su compromiso constante, me preguntaba cómo era posible que estos sacerdotes y religiosas se ocuparan de estas personas a las que todos los demás aislaban tratándolas sin respeto como si fueran primitivos. A partir de ahí empecé a reconocer que mi camino podía ser ese, me pregunté cómo podía realizar ese deseo profundo, y así estar más cerca de los necesitados. Gracias a un sacerdote con el que estaba en un camino de discernimiento, nos dimos cuenta de que la Vocación Misionera estaba creciendo en mí. Una hermana comboniana centroafricana me dijo: ‘si tienes vocación de misionera sólo te daré un libro de nuestro fundador Comboni, léelo’. Me di cuenta de que quería compartir el amor de Dios con otras personas, la pasión que Comboni tenía por los pobres. Y cuando el Papa dice que salgamos al encuentro de los pobres y los descartados, está hablando en lenguaje comboniano», concluye Hosanna.
Atija Abel, una novicia que llegó a Uganda desde Mozambique, aún recuerda el choque que supuso tener que abandonar las costumbres de su país y de su familia. «Pero mi madre me dijo: ‘Este es el camino que Dios ha elegido para ti. Si quieres irte, por nosotros no hay problema. No pienses en nosotros. Estaremos bien’. Cuando llegué a Uganda, no sabía inglés. Lo que me ayudó fue la convicción de que no estaba sola, nuestra educación es internacional desde el principio y nos abre a la riqueza de la enculturación».
Daniel Comboni, fundador del Instituto de los Misioneros Combonianos en 1867 y de las Misioneras Combonianas en 1872, fue proclamado santo por Juan Pablo II el 5 de octubre de 2003.
Crédito de la nota: Agencia Fides.