“Todos se quedaron atónitos tras el asesinato de Moïse. La gente está alterada y encerrada en casa”, dice la misionera italiana Maddalena Boschetti. Es la situación de Haití tras el asesinato en la noche del 6 al 7 de julio del presidente del país Jovenel Moïse por un comando armado.
Maddalena Boschetti es una misionera laica Fidei Donum de la diócesis de Génova, que ha estado en Haití durante 18 años. Desde Mare Rouge, su misión en la zona noroeste del país, relató a Popoli e Missione, revista de las Obras Misionales Pontificias de Italia, la gran confusión política y el clima de violencia permanente que reina desde hace al menos 20 años en el país caribeño.
Todo esto aparece acentuado por el brutal asesinato del mandatario. “Las autoridades hacen llamados para volver a la normalidad, pero ¿quién garantiza esa normalidad? ¿Quién tiene autoridad en este momento en Haití?”, pregunta la misionera.
“Aquí la gente no solo tiene que luchar para encontrar comida, sino también para sobrevivir a una extrema violencia: es un país peligroso, especialmente en la capital, Puerto Príncipe”, dijo.
“Vivimos en una zona rural relativamente tranquila, pero encontrar comida para la gente es un desafío todos los días”. Maddalena atiende a niños discapacitados y también está a cargo de la construcción de una nueva sede donde atenderlos, mano a mano con los misioneros, cuyo carisma es precisamente la ayuda a los enfermos y discapacitados. “Siento que la mirada de la fe y la misión aquí marcan la diferencia: estamos exactamente en el lugar preciso, estamos donde debemos estar”.
El mismo papa Francisco, desde su convalecencia y a través del cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado, ha enviado un mensaje expresando sus condolencias con motivo del asesinato del presidente Moïse, “al pueblo haitiano y a su esposa gravemente herida cuya vida encomienda a Dios”.
El Papa expresó su tristeza y condena “toda forma de violencia como medio de solución de las crisis y de los conflictos”. Desea al pueblo haitiano “un futuro de concordia fraterna, solidaridad y prosperidad”.
Los obispos haitianos ya habían manifestado su condena de los hechos: “Este triste suceso marca un lamentable punto de inflexión en la historia de nuestro pueblo, dictado desgraciadamente por la elección deliberada, desde hace tiempo y en muchos sectores de la población, de utilizar la violencia como método de supervivencia y de arreglo de cuentas.
La violencia solo puede generar violencia y conducir al odio. No ayudará jamás a nuestro país a salir de este impasse político que no puede resolverse sino mediante el diálogo, el consenso, el espíritu de compromiso, a favor del interés superior de la nación, por el bien común del país”.
Crédito de la nota: OMPRESS.