El lunes 6 de mayo, se produjo una tragedia que apenas ha recibido atención mediática. Veintiún personas fueron asesinadas en el pueblo de Moualoungou y otras 130 en Tambi Bounima, en Burkina Faso.
Estas personas confiaron en los militares y los «Voluntarios de la Patria» que les acompañaban, creyendo que su documento de identidad les protegería. Sin embargo, fueron masacradas sin motivo aparente por el convoy militar que se dirigía a otro lugar. Entre las víctimas se encontraban mujeres embarazadas, hombres, niños y transeúntes indefensos.
Son pobres, campesinos, cristianos en su mayoría, y por lo tanto, para el régimen militar en el poder en Burkina Faso, ni siquiera tienen derecho a denunciar. Desaparecidos, nunca existieron, engullidos por la violencia que responde a la violencia con la misma ceguera. Ya en febrero y marzo pasados, varias personas de Bibigou y Soualamou, en la zona de Gourmanché, en Burkina Faso, habían sido asesinadas a lo largo de la carretera.
Los testimonios son sólidos y abundan las imágenes grabadas con teléfonos móviles. Mientras tanto, los campesinos, tomados como rehenes para exigir un «impuesto» por persona, su conversión a grupos armados yihadistas o su éxodo, despojados de todo, se esconden en el monte o buscan refugio y seguridad al otro lado de la frontera. No se respetan los derechos humanos y reina la censura, señala el testigo catequista.
Desde el pasado mes de noviembre, la Unión Europea viene pidiendo a las autoridades militares de Burkina Faso que aclaren las denuncias de asesinatos de civiles en diversas partes del país. Por su parte, Human Right Watch había acusado a las autoridades de masacrar a 223 civiles, entre ellos 56 niños, en dos aldeas en febrero de 2024.
El calvario de la población de Burkina Faso continúa, en medio de masacres perpetradas por grupos armados y militares con el apoyo de los voluntarios de la patria, que se aleja cada vez más del camino de la paz.
Crédito de la nota: Agencia Fides.