Convocados por las Obras Misionales Pontificias (OMP) y por la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC), más de mil personas se hicieron presentes en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, del 4 al 7 de julio, para vivir el XIII Congreso Nacional Misionero, bajo el lema: «¡En la Iglesia misionera, Colombia de primera!». Un momento que permitió reafirmar el compromiso misionero a 100 años de cumplirse el primer congreso misionero en el país y en toda América.
El congreso centenario inició oficialmente el 5 de julio con la entronización de las reliquias de santa Laura Montoya, cuyo legado contribuyó en el camino de una «Iglesia en salida» e inculturada en Colombia.
Este congreso contó con dos invitados de honor: monseñor Paolo Rudelli, nuncio apostólico en Colombia, y el cardenal Luis Antonio Tagle, pro-prefecto de la sección para la primera evangelización y las nuevas iglesias particulares del Dicasterio para la Evangelización del Vaticano, quien tuvo a su cargo la primera conferencia titulada: «La mission ad gentes en la Iglesia local».
La tarea misionera debe estar aquí, allí, allá y más allá
Monseñor Francisco Múnera, arzobispo de Cartagena y actual presidente de la CEC, fue el encargado de presentar en nombre de los obispos el saludo de bienvenida a la asamblea de misioneros venidos de todos los territorios del país. Así como también de dar la bienvenida al cardenal Luis Antonio Tagle, pro-prefecto del Dicasterio para la Evangelización del Vaticano, quien venía en representación del papa Francisco para dar su mensaje.
«Nos sentimos muy felices los obispos de poder acompañar hoy en nombre de toda la iglesia de Colombia este momento misionero tan importante, en este escenario de la iglesia universal, en camino sinodal y próximos a la apertura jubileo de la esperanza».
El prelado, tomando los adverbios inspirados en Hechos de los Apóstoles 1,8 que enmarcan esta tarea misionera: aquí, allí, allá y más allá, observó que se hace prioritario y urgente retomar la memoria histórica de esos 100 años de haber vivido el primer congreso, recogiendo la cosecha de todos los misioneros y misioneras que han plantado y celebrado el Evangelio en tierra colombiana.
«Recojamos la cosecha y comprometámonos a llevar semillas para sembrarlas en el corazón de nuestras familias, de nuestras parroquias, de nuestras diócesis, para que renazca con fuerza el ardor misionero, para anunciar a Jesucristo, el regalo de Dios para la humanidad en todos los espacios. Esa realidad misionera está aquí, allí, al frente y más allá», afirmó. Animó a los presentes a ser misioneros de tiempo completo en todos los espacios y escenarios donde el Señor los envíe.
Debemos ser auténticos misioneros
Igualmente, estuvo presente en el acto protocolario monseñor Luis José Rueda Aparicio, arzobispo de Bogotá, quien inició su intervención agradeciendo a Dios por la alegría de la llamada misionera, por el gozo de la respuesta evangelizadora, por todas las vocaciones representadas en el estado laical, vida consagrada y ministerio ordenado, estas, –agregó– «presentes siempre en campos y ciudades, en periferias geográficas y existenciales, en medio de adversidades, pero también de esperanzas, esto da testimonio de un Jesús vivo y presente».
El primado de Colombia, afirmó que, no hay otra razón por la que se está presente en ese escenario, más que la de anunciar a Jesucristo muerto y resucitado para la salvación del mundo. Y agregó: «Sabemos que este gran tesoro de la fe no es un conjunto de elaboradas teorías, sino la riqueza existencial que se produce al llevar en el corazón al Señor Jesús, que nos cambia la vida cuando nos encontramos personalmente con Él y nos impulsa a la misión, pues Él es el gran misionero enviado por el Padre Eterno para anunciar al mundo».
Al referirse a lo expresado por los últimos dos pontífices: «La Iglesia no crece por proselitismo, sino por atracción», llamó la atención de los presentes a «ser verdaderos misioneros e instrumento para que la fuerza de atracción que lleva a Dios sea evidente y constante». Frente a lo dicho, los animó a restablecer su vocación, testimonio y elección, apasionándose por anunciar a un Jesús vivo en su entorno y en toda la sociedad.
Finalmente, monseñor Mario de Jesús Álvarez Gómez, obispo de Istmina-Tadó y presidente de la Comisión Episcopal de Animación Misionera, hizo un recorrido del centenario de aquel lejano congreso que se realizó en Colombia del 15 al 24 de agosto de 1924, ya que no sólo fue el primero en ese país, sino el primero en el mundo, lo que significó una gran responsabilidad para la iglesia colombiana.
Crédito de la nota: ADN Celam.