Una vez concluido en la Península Arábiga el año dedicado a las santos Areta y compañeros mártires, monseñor Berardi expresa su alegría y satisfacción por el acontecimiento que ha implicado a miles de personas: «El sacrificio de los que perdieron la vida por la fe nos llama a ser testigos del Evangelio en una tierra donde el cristianismo es minoritario». Unidad y respeto de las tradiciones, próximos retos para los cristianos del vicariato.
En la Península Arábiga, recordar el martirio de hombres y mujeres que, hace exactamente mil 500 años se negaron a renegar de Cristo y de su Cruz, no es sólo un acontecimiento histórico, sino también algo poderoso que afecta a la actualidad de la fe y de la vida eclesial local. El Gran Jubileo inaugurado en 2023 y dedicado a la memoria de los santos Areta y compañeros martirizados en 523 por un rey cristiano convertido al judaísmo en Najran –localidad que hoy forma parte de Arabia Saudita y lleva el nombre de al-Ukhdūd– implicó durante un año a los dos vicariatos apostólicos, el del norte y el del sur, de un modo verdaderamente global. Ahora que se ha clausurado solemnemente hace unos días, el balance del acontecimiento hace decir a monseñor Aldo Berardi que «ha sido un año de gracia, de alegría y de reflexión».
Él, que es vicario apostólico de Arabia del Norte, se emocionó al ver a miles de peregrinos atravesar cada día las puertas santas abiertas en las dos vicarías y reflexionar profundamente sobre la esencia del ser cristiano. «Es cierto –dijo en una entrevista a los medios vaticanos– que esta zona es musulmana, pero los mártires de Arabia vivieron antes de la fundación del Islam. Para redescubrir el sentido histórico de esta presencia cristiana, muchos peregrinos han acudido también al lugar de la masacre. Con ocasión de este jubileo, el Papa nos ha concedido también la indulgencia plenaria».
La definición que monseñor Berardi da de la Iglesia en la Península Arábiga, y por tanto también de la Iglesia, que dirige con amor y determinación desde hace poco más de un año, es la de una realidad eclesial formada por «emigrantes y trabajadores extranjeros». En definitiva, una Iglesia de paso. «No estamos arraigados, todos los que vienen se quedan unos años y luego vuelven a sus países de origen o emigran a otras naciones». Y para esta «Iglesia de paso» era esencial atar los cabos de la historia y remontarse a las raíces profundas de la primera fundación cristiana, formada también por misioneros que pasaban por ahí para ir a la India o a China a llevar la luz del Evangelio: «A lo largo de los siglos, en un momento dado, los cristianos desaparecen y luego vuelven. Aunque no sean ciudadanos de esos países, su presencia es importante».
El Vicariato Apostólico de Arabia del Norte, dirigido por monseñor Berardi, tiene jurisdicción eclesial sobre Bahrein, Kuwait, Qatar y Arabia Saudita. En este último país existe una fuerte comunidad católica, pero en el que no ha sido posible construir ninguna estructura religiosa. «En general, es una Iglesia bien asentada que se renueva siempre, pero el número de católicos sigue siendo sustancialmente el mismo: unos dos millones, a los que hay que añadir otras comunidades cristianas que viven en la zona». El principal reto que el Vicario Apostólico ve en el horizonte es la unidad de las comunidades cristianas. «Porque estando representadas todas las lenguas del mundo y todos los ritos católicos, y siendo pocas las iglesias, debemos cohabitar y acoger a todos, expresando la unidad eclesial en la diversidad de sus expresiones».
El segundo reto, explica, «es respetar las tradiciones de los demás, ya sean occidentales u orientales». Cómo ser cristiano en un mundo musulmán donde se es minoría, además una minoría de extranjeros, es una preocupación que, sin embargo, no le quita la esperanza: «Lo conseguimos sobre todo respetando el país que nos acoge, su religión, y poniendo en práctica el diálogo interreligioso, ahí donde es posible».
No entrar en el fondo del debate político y entrar directamente en la discusión sobre los derechos humanos es una prerrogativa que el obispo quiere subrayar con decisión, destacando también que en el frente social su vicariato apostólico ha estado siempre en primera línea: «Estamos atentos a las necesidades de todos, permaneciendo en contacto con las embajadas de los países de los que proceden nuestros fieles, con sus grupos lingüísticos y rituales. Nuestra acción de ayuda y caridad es profunda». Hay un legado que los santos Areta y sus compañeros mártires han transmitido a la Iglesia de la Península Arábiga y que monseñor Berardi siente ahora como propio: «Ser testigos de la verdad del Evangelio en un ambiente que niega la divinidad de Jesús y la trinidad de Dios. Dar testimonio incluso dando la vida, si es necesario».
Crédito de la nota: Vatican News