La misericordia de Cristo Médico donada a los enfermos de úlcera de Buruli

La misericordia de Cristo Médico donada a los enfermos de úlcera de Buruli

Los frailes menores capuchinos contribuyen a la curación de las personas en el noroeste de Costa de Marfil. Fray Serge, custodio franciscano, a los medios de comunicación vaticanos: «Nosotros los cuidamos mientras que otros, incluidas sus familias, los rechazan, guiados por la Dilexi te que nos hace comprender que, así como Dios nos tendió la mano, nosotros debemos tenderla a los más necesitados».

«Los enfermos son mi familia». La familia de fray Serge Okpo Ollo está compuesta por leprosos y personas afectadas por la úlcera de Buruli. El guardián de los frailes menores capuchinos en Costa de Marfil los consuela, les ofrece comida y leña, y los acompaña en su tratamiento. Quiere contribuir a su curación y liberarlos del estigma de la enfermedad. Cada semana, para llegar hasta ellos en las pequeñas y remotas aldeas del noroeste del país, a pesar de los 700 kilómetros que lo separan de ellos, el sacerdote recorre caminos accidentados y polvorientos: conduce el coche durante un tramo, la motocicleta durante otro y afronta el último a bordo de una piragua. Así continúa los viajes que los franciscanos realizan desde mediados de los años noventa en esta zona del país, donde pusieron en marcha el proyecto Piaga del Buruli y asistencia sanitaria. El origen se remonta a cuando «los frailes descubrieron la enfermedad durante su actividad pastoral. Observaron lesiones en la piel de algunos habitantes y las señalaron a los médicos, que inicialmente no comprendieron de qué se trataba, ya que presentaba síntomas diferentes a los de la lepra. Muchas personas murieron porque esta enfermedad no se identificó a tiempo», cuenta el sacerdote a los medios de comunicación vaticanos.

La ayuda

Más de una vez, fray Serge se ha enfrentado al sufrimiento y a la petición de ayuda que proviene de una camilla, en la que el paciente tiene el cuerpo cubierto de gasas, herido por la úlcera de Buruli. Para aliviar y eliminar el dolor de una enfermedad crónica provocada por la exposición a fuentes de agua contaminadas, cuya forma de transmisión al ser humano se desconoce y para la que no existe vacuna, los frailes menores capuchinos siguen una práctica: durante las actividades pastorales en las aldeas, también siguiendo las indicaciones de los catequistas locales, transportan a los enfermos a la parroquia de San Benito en Zouan-Hounien, donde permanecen ingresados. Pero si el estado de salud es grave y se necesita un trasplante de piel para evitar que la lesión afecte a los músculos y los huesos y provoque discapacidades, cicatrices o incluso la muerte, fray Serge y sus hermanos recorren otros 300 kilómetros hasta el centro de salud de Zoukougbeu. «Los recogemos y los cuidamos, mientras que los demás, incluidas sus familias, los rechazan por miedo a la contaminación», explica el franciscano. «También buscamos benefactores que nos ayuden a comprar material higiénico-sanitario y antibióticos. Con los años, la situación ha mejorado: antes había 150 pacientes, hoy solo hay seis. Pero esta plaga no ha desaparecido». Así lo confirma la Organización Mundial de la Salud (OMS): en 2024 hubo 219 casos sospechosos y 184 confirmados.

En el signo de la Dilexi te

Sin embargo, a lo largo de los años, las acciones eclesiásticas del proyecto se han visto obstaculizadas sobre todo por la inestabilidad política que azota Costa de Marfil. «La primera guerra civil, que comenzó en 2002, dificultó aún más nuestro trabajo», señala fray Serge. «Además de obligar a los frailes y a los enfermos a refugiarse, las autoridades cerraron en 2008 el centro de salud de Zouan-Hounien, donde habíamos contribuido a la construcción de una unidad específica para ofrecer una atención digna a las personas afectadas por la úlcera de Buruli. Pero gracias a fray Marcantonio Pirovano, los frailes pudieron trasladarse, junto con los niños y los ancianos, al convento de San Padre Pío en Abiyán-Angré. Mientras tanto, sin embargo, muchas personas murieron por falta de asistencia oportuna». A pesar de ello, los frailes menores capuchinos no renuncian a su misión y continúan apoyando a los más frágiles y marginados del noroeste del país. Su brújula es la Dilexi te, la exhortación apostólica del Papa León XIV, «que nos ayuda a realizar mejor nuestro trabajo —subraya el sacerdote— y nos hace comprender que, así como Dios nos ha tendido la mano, nosotros debemos tenderla a los más necesitados. La misericordia de Cristo Médico, citada en el documento del Santo Padre, nos infunde el espíritu de la gracia y la paz». Y es precisamente esta inspiración la que impulsa a fray Serge y a sus hermanos, guiados por la fe y el amor de Dios, a promover también otras iniciativas, como una escuela de costura dirigida a chicos y chicas.

Crédito de la nota: Vatican News.