Las terribles noticias que llegan de Sudán no cesan. Las cifras son escalofriantes: según Reliefweb, desde abril de 2023, inicio del conflicto, se han contabilizado 9,2 millones de desplazados forzosos, de los cuales 7,1 millones dentro del país y 1,9 millones en los países vecinos. Situación trágica si se tiene en cuenta, además, que el propio Sudán y varios países vecinos ya acogían a un gran número de refugiados antes de esta nueva emergencia (sólo Sudán contaba con cerca de un millón de refugiados que huían de otras zonas en crisis).
Sudán del Sur y Chad, dos países literalmente tomados por asalto por los refugiados transfronterizos, albergan a 670 mil y 758 mil sudaneses, respectivamente, y están colapsados. La población refugiada, en su mayoría civil, necesita agua, alimentos, cobijo, sanidad y artículos de primera necesidad. ACNUR se esfuerza por registrar a los recién llegados y trasladarlos a lugares más seguros.
Las ONG cada vez tienen menos presencia porque se ven obligadas a abandonar el país o a trasladarse por motivos de seguridad (como le ocurrió a Médicos Sin Fronteras, que tuvo que suspender sus actividades en el South Hospital de El-Fasher, capital del estado de Darfur Norte, tras los reiterados ataques que sufrió entre finales de mayo y principios de junio.
«La situación de conflicto en nuestro país -declara el obispo de El Obeid, Tombe Trille Yunan- sigue siendo muy grave y se registran constantemente nuevos enfrentamientos en diversas zonas de Sudán». El conflicto está en curso desde hace más de un año (desde el 15 de abril de 2023) y en él están implicados los dos líderes que encabezan las dos facciones, el general Abdel Fattah Al Burhan, jefe del gobierno y de las Fuerzas Armadas por un lado, y Mohamed Hamdan Dagalo, conocido como Hemedti, jefe de la milicia de las Fuerzas de Apoyo Rápido, (Rsf).
«La guerra entre estos dos -continúa el obispo- ha provocado la destrucción de instituciones gubernamentales y privadas, la gente pasa hambre, carece de atención médica y de productos de primera necesidad, incluida el agua. La conexión a Internet se ha convertido en un privilegio para unos pocos, e incluso para esos pocos, tiene una duración muy limitada».
El-Obeid es la capital del estado de Kordofán del Norte, en Sudán. Recientemente, el obispo Tombe Trille ha instado a las dos partes en conflicto a arrodillarse para rezar y poner fin a este conflicto cruel y sin sentido. «Pido a los líderes que se arrodillen para rezar», ha manifestado el prelado, «y que escuchen la voz de Dios y la voz de la gente, de los niños, de las mujeres que claman por la paz, y también la sangre que brota de nuestra tierra, de gente absolutamente inocente que ha muerto en el fuego cruzado». Pero hasta ahora, el llamamiento ha sido desoído.
«A estas alturas -reconoce el obispo- nadie escucha a nadie, los líderes perpetúan los combates y las matanzas. Están convencidos de prevalecer los unos sobre los otros, y nadie está dispuesto a dar un paso atrás y, sobre todo, a dialogar. Las facciones enfrentadas hablan de deshacerse del otro en lugar de dialogar. Nuestros líderes aún no están dispuestos a reunirse. Su mantra es ‘el otro grupo no quiere deponer las armas, la única manera, por tanto, es derrotarlo sobre el terreno’».
En un contexto así, resulta igualmente complejo llevar a cabo las actividades más ordinarias relacionadas con la propia labor pastoral. Desplazarse por lugares de la diócesis o fuera de ella, reunirse con las comunidades, celebrar misas y administrar los sacramentos. «Me desplazo por mi trabajo pastoral por mi cuenta y riesgo, a veces a través del desierto. Para recorrer sólo una distancia de dos horas ahora me lleva dos semanas o al menos diez días», confiesa el obispo Tombe Trille. «A pesar de ello continúo llevando a cabo la misión aunque todo aconseje prudencia. Pero la situación es tan mala que ningún lugar es seguro, ni siquiera la habitación donde me alojo, así que será mejor que siga haciendo mi misión. Acabo de regresar de Sudán del Sur, de la zona fronteriza, para la ordenación de un diácono. Siempre pedimos a los miembros de nuestras comunidades que se consuelen mutuamente, que perseveren en la oración, la misión y la administración de los sacramentos, aunque algunas parroquias estén sin nuestros servicios porque han sido evacuadas. Los catequistas mantienen unidas a las comunidades en estos tiempos difíciles».
Crédito de la nota: Agencia Fides.