“Dos semillas misioneras depositadas en el cementerio de la catedral de Blantyre, dos signos de comunión entre las iglesias, dos signos de servicio incondicional a la causa misionera, dos testimonios fuertes”, así escribe desde Malawi a la Agencia Fides la misionera Anna Tommasi, de las Franciscanas Auxiliares Misioneras Laicas de la Inmaculada (F.A.L.M.I.) recordando a dos misioneros italianos fallecidos recientemente a causa de Covid-19.
La hermana se refiere al padre Pino (Giuseppe) Giannini, misionero comboniano, y a Germana Munari, médica misionera, de 82 años, laica consagrada F.A.L.M.I., que fallecieron en la archidiócesis de Blantyre en febrero y marzo de 2021, en dos fechas especialmente significativas, y fueron enterrados uno al lado de la otra.
“El primero en partir hacia la casa del Padre fue el padre Pino, que cayó fulminado por el virus del Covid 19 a los pocos días. Había llegado a Malawi como joven misionero comboniano y, tras una intensa actividad pastoral, fue llamado de nuevo a Italia y luego a Kenia para un servicio a la congregación realizado con la misma pasión. Pero nunca se olvidó del primer amor, y hace cuatro años el padre regresó a Malawi, donde ejerció de vicepárroco en la parroquia de Lisungwi.
Se preparaba para celebrar el 50º aniversario de su sacerdocio cuando le sobrevino el Covid 19 y los cuidados hospitalarios no pudieron salvarle de la muerte. Era el 2 de febrero de 2021, solemnidad de la Presentación del Señor y Día de la Vida Consagrada”.
“Poco más de un mes después, el 8 de marzo, Día de la Mujer, la doctora Germana Munari, que trabajó como médico misionera en Malawi durante 47 años, falleció lenta y tranquilamente, como una vela consumida”, continúa Anna, que vivió con Germana estos últimos 15 años. “Había llegado aquí con la primera comunidad de F.A.L.M.I. en abril de 1974 para poner en marcha un hospital en las montañas de la frontera con Mozambique.
Unos años más tarde, a petición del entonces arzobispo de Blantyre, monseñor James Chiona, bajaron a Blantyre, al hospital de Mlambe, donde Germana pasó los últimos 40 años de su vida, viviendo en la sencillez, la pobreza y el humilde servicio a los enfermos, gastando todas sus energías por ellos”.
“Nuestra esperanza es que el sacrificio de estas dos figuras ejemplares sean dos semillas fecundas de nuevas vocaciones”, concluye Anna.
Crédito de la nota: Agencia Fides.