El papa Francisco recibió en la Sala Clementina del Palacio Apostólico a cincuenta y seis participantes en el Capítulo General de los Misioneros de África, conocidos como «Padres Blancos». Al dar la bienvenida a estos queridos hermanos, y tras agradecer a su Superior general las palabras con las que introdujo este encuentro, el Santo Padre les dijo:
«Lamentablemente, con gran pesar, tuve que posponer mi viaje al Congo y a Sudán del Sur. En efecto, a mi edad ¡no es tan fácil partir en misión! Pero sus oraciones y su ejemplo me dan valor, y confío en que podré visitar a estos pueblos, a los que llevo en mi corazón.
Además, el Papa les dijo que el próximo 3 de julio, es decir el día en que habría tenido que celebrar la misa en Kinshasa, lo hará en Roma con la comunidad congoleña.
«Llevaremos a Kinshasa a San Pedro, y allí celebraremos con todos los congoleños romanos, ¡que son muchos!».
La misión como testimonio profético
Además, Francisco compartió con los Padres Blancos su recuerdo de la celebración de su 150º aniversario vivido hace tres años junto a sus Hermanas Misioneras. De ahí su petición: «Por favor, ¡llévenle también a ellas mis saludos!».
Y teniendo en cuenta que para el Capítulo General eligieron tratar el tema de la misión como testimonio profético, el Pontífice les propuso una breve reflexión al respecto.
«Pero primero quiero decirles que me ha gustado mucho escuchar que han vivido estos días ‘con gratitud’ y ‘con esperanza’. Esto es muy bonito».
Gratitud al Señor por el camino recorrido
Mirar hacia el pasado con gratitud es un signo de buena salud espiritual; es la actitud «deuteronómica» que Dios enseñó a su pueblo. Cultivar la memoria agradecida por el camino que el Señor nos ha hecho recorrer. Y esta gratitud es la que alimenta la llama de la esperanza, les dijo el Papa, y añadió:
«Quien no sabe agradecer a Dios los dones que ha sembrado a lo largo del camino – aunque sea fatigoso y a veces doloroso – no tiene ni siquiera un ánimo esperanzado, abierto a las sorpresas de Dios y confiado en su providencia».
«Mirar hacia el pasado con gratitud es un signo de buena salud espiritual»
El papa Francisco explicó que esta actitud espiritual es decisiva para que maduren las raíces de la vocación que el Señor suscita con su Espíritu y su Palabra. «Una comunidad en la que se sabe decir “gracias” a Dios y a los hermanos – prosiguió – y en la que se ayuda recíprocamente a esperar en el Señor Resucitado es una comunidad que atrae y sostiene a los que han sido llamados». De ahí que el Papa los haya animado diciéndoles: «Vayan adelante así, con gratitud y esperanza».
El apóstol es un testigo
Además, Francisco recordó a los Padres Blancos la exhortación de su fundador, el cardenal Charles-Martial Allemand Lavigerie: «Sean apóstoles, nada más que apóstoles», Y añadió: «El apóstol de Jesucristo no es alguien que hace proselitismo, no es un mánager, no es un conferenciante docto, no es un “mago” de la informática. El apóstol es un testigo. Esto es válido siempre y en todas partes en la Iglesia, pero es especialmente cierto para aquellos que, como ustedes, a menudo son llamados a vivir la misión en contextos de primera evangelización o de prevalencia de la religión islámica».
La paradoja de la misión
«La oración y la fraternidad son los dos términos a través de los cuales se expresa el testimonio. El Pontífice subrayó una paradoja: se puede ir a la misión, sólo permaneciendo: La invitación es a permanecer en Cristo, en adoración cada día ante la presencia de Dios. Uno se deja mirar por Él para tomar la linfa y salir al encuentro de los hermanos, “enviados a vivir la dulce alegría de evangelizar” especialmente en contextos donde a menudo, además de la pobreza, se experimenta la inseguridad y la precariedad:
Pienso en sus fraternidades, formadas por personas procedentes de tantos países, de diferentes culturas. No es fácil, es un reto que sólo pueden aceptar contando con la ayuda del Espíritu Santo. Y entonces esta pequeña comunidad suya, que vive de la oración y la fraternidad, está llamada, a su vez, a dialogar con el ambiente en el que vive, con la gente, con la cultura local».
Al final de su alocución, el papa Francisco dio gracias al Señor con estos misioneros el gran don que ponen en práctica. Y se despidió invocando a la Virgen María en su advocación de Nuestra Señora de África, para que los acompañe y los proteja. Asimismo les dijo que reza por todos ellos, mientras al impartirles su bendición les pidió que también la lleven a sus hermanos y a los fieles de sus comunidades, a la vez que les dijo que no se olviden de rezar por él.
Crédito de la nota: Vatican News.