Alegría es lo que sienten los discípulos de Jesús al saber que «el Reino de Dios está cerca». Aunque aún no se ha alcanzado, está cerca de nosotros: es la cercanía de Dios que es Jesús, y Él es la fuente de nuestra alegría, porque sabemos que «somos amados y nunca estamos solos», así lo dijo el papa Francisco al celebrar la Santa Misa con rito congoleño en el XIV domingo del tiempo ordinario. Habló del «cambio» que provoca en nosotros la cercanía de Dios: los que acogen a Jesús sienten «que tienen que imitarle», dijo, y por eso es claro lo que debemos hacer como Iglesia en la historia: nuestra tarea es la misión.
Cómo envía Jesús a sus discípulos
Como cristianos, afirmó el Santo Padre, no podemos contentarnos con vivir en la mediocridad, pues somos misioneros de Jesús. Y aunque no sepamos como serlo, es el mismo Evangelio el que nos muestra que el Señor envía a los discípulos sin esperar a que estén listos y bien entrenados. Hay tres «sorpresas misioneras» que Jesús tiene reservadas para los discípulos. La primera es «el equipamiento»:
Para ir en una misión a lugares desconocidos, hay que llevar varias cosas, ciertamente las esenciales. Jesús, en cambio, no dice lo que hay que llevar, sino lo que no hay que llevar: «No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias». Prácticamente nada: sin equipaje, sin seguridad, sin ayuda.
El equipo fundamental: el hermano
Para Cristo, explicó el Sumo Pontífice, «el equipo fundamental es el hermano». El Maestro envía a los discípulos de dos en dos:
Nunca sin el hermano, porque no hay misión sin comunión. No hay anuncio que funcione sin cuidar de los demás.
Segunda sorpresa de la misión: el mensaje
«Es lógico pensar que, para prepararse al anuncio, los discípulos deben aprender qué decir, estudiar a fondo los contenidos, preparar discursos convincentes y bien articulados», continuó diciendo el Francisco. En cambio, «Jesús sólo les da dos frases». La primera es un saludo:
«En cualquier casa en la que entréis, decid primero: ‘¡Paz a esta casa!’».
Esto significa que el Señor prescribe presentarse, en cualquier lugar, como embajadores de la paz. Porque Cristo es la paz, así se reconoce que «somos suyos». Si, por el contrario, difundimos habladurías y sospechas, y creamos divisiones, advirtió, no actuamos en nombre de Jesús.
Paz y reconciliación en la República Democrática del Congo, «herida y explotada»
Los que fomentan el rencor, incitan al odio, pasan por encima de los demás, no trabajan para Jesús, aseguró el papa Francisco, que rezó por la paz y la reconciliación en la República Democrática del Congo, «tan herida y explotada».
«Nos unimos a las misas celebradas en el país según esta intención, y rezamos para que los cristianos sean testigos de la paz, capaces de superar todo sentimiento de rencor y de venganza, para superar la tentación de que la reconciliación no es posible, y todo apego malsano al propio grupo que lleva a despreciar a los demás».
Desarmar el corazón del resentimiento y la ira
«Si vives su paz, Jesús viene y tu familia, tu sociedad cambia», continuó diciendo el Santo Padre. «Cambian si primero tu corazón no está en guerra, no está armado de resentimiento e ira, no está dividido, no es doble, no es falso».
Poner paz y orden en el corazón, desactivar la codicia, apagar el odio y el resentimiento, huir de la corrupción, huir del engaño y las artimañas: ahí empieza la paz. Jesús dice: «Lleva la paz a tu hogar, empieza por honrar a tu mujer y amarla de corazón, por respetar y cuidar a tus hijos, a tus ancianos y a tus vecinos. Vive en paz, enciende la paz y la paz habitará en tu casa, en tu Iglesia, en tu país».
«Como corderos entre lobos»
«¡Imponte, sobresale!, dice el sentido común del mundo». Jesús, en cambio, pide a los suyos que vayan por el mundo «como corderos entre lobos». Esto no significa ser ingenuo, sino aborrecer todo instinto de supremacía y prepotencia, de codicia y posesión, explicó el Sucesor de Pedro.
El que vive como un cordero no ataca, no es voraz: se queda en el rebaño, con los demás, y encuentra seguridad en su Pastor, no en la fuerza ni en la arrogancia, en la codicia del dinero y de las posesiones que tanto daño causan también a la República Democrática del Congo.
El discípulo de Jesús – concluyó Francisco – rechaza la violencia, no hace daño a nadie: es pacífico y ama a todos. Y si eso le parece perdedor, mira a su Pastor, Jesús, el Cordero de Dios que así venció al mundo, en la cruz.
«¡Qué el Señor nos ayude a ser misioneros hoy, yendo en compañía de nuestro hermano y hermana; teniendo la paz y la cercanía de Dios en nuestros labios; llevando en nuestros corazones la mansedumbre y la bondad de Jesús, el Cordero que quita los pecados del mundo!».
Crédito de la nota: Vatican News.