La guerra en Sudán, protagonizada por el ejército regular (SAF) bajo el mando del general Abdul Fattah al-Burhan, y las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF) lideradas por Mohamed Hamdan Daglo, conocido como Hemeti, ha escalado ahora hacia una dimensión étnica. El epicentro del conflicto sigue siendo Jartum, la capital, y la región occidental de Darfur, donde milicias que previamente se mantenían neutrales han entrado en acción para oponerse a las RSF.
En lo que respecta al Gran Jartum, que abarca las ciudades de Jartum, Omdurman y Bahri, los combates violentos por el control de bases militares y otros lugares estratégicos, como los puentes sobre el Nilo, han resultado en el aislamiento de barrios enteros, generando una grave escasez de alimentos, agua y electricidad.
El desplazamiento continuo de civiles agrava la ya precaria situación humanitaria en Sudán. Múltiples epidemias, como diarrea, cólera, sarampión, dengue y malaria, están empeorando aún más la crisis, catalogada como «inimaginable» por la agencia de la ONU para los refugiados.
En Darfur, la política de las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF), herederas de los tristemente célebres Janjaweed, las milicias montadas utilizadas por el entonces gobierno de Jartum para reprimir protestas locales, ha avivado el temor de los grupos étnicos no árabes a ser víctimas de una limpieza étnica.
La atención se centra en la capital de Darfur del Norte, la ciudad de El Fasher, una zona aún disputada entre las SAF y las RSF. La fuerza conjunta de los movimientos armados que firmaron el acuerdo de paz de Juba anunció el 2 de diciembre el despliegue de tropas en la zona como medida preventiva para salvaguardar a la población civil de posibles amenazas. Este despliegue coincide con el regreso de un importante contingente de combatientes de Darfur desde Libia.
Si estallaran combates en El Fasher con la participación de todos estos actores, el ejército regular sería el único beneficiado de esta situación intrincada. Las RSF se enfrentarían a un gran número de grupos rebeldes y podrían verse obligadas a movilizar más tropas de otros frentes de la zona. Un conflicto de este tipo, de producirse, tendría un alto costo para los civiles, especialmente para la comunidad zaghawa y otras comunidades desplazadas no árabes a las que estas nuevas alianzas intentan proteger. Esto explica las belicosas declaraciones del general Abdul Fattah al-Burhan, quien ha amenazado a la RSF y a sus partidarios con «destruirlos y arrojarlos al basurero de la historia».
En cuanto a la evolución de las negociaciones de Jeddah, patrocinadas por Arabia Saudí y Estados Unidos, Burhan ha reiterado su determinación de garantizar la retirada de la RSF de las zonas de guerra y ha declarado que cualquier operación sin ello sería inaceptable: «Negociamos con el corazón abierto para lograr la paz. Pero unas negociaciones que no respondan a los deseos del pueblo sudanés son inaceptables».
Por último, Burhan ha celebrado la decisión del Consejo de Seguridad de la ONU de poner fin a la Misión Integrada de Apoyo a la Transición en Sudán (UNITAMS), pero también ha advertido al nuevo representante del Secretario General de la ONU, Ramazan Lamamra: «No nos negamos a cooperar con la ONU, pero necesitamos una misión neutral que ayude a restablecer la seguridad y la estabilidad en Sudán».
Crédito de la nota: Agencia Fides.