El papa Francisco presidirá la celebración de la Misa de este próximo domingo en la Plaza de San Pedro en esta jornada dedicada a los pobres, que este año tiene como lema «Jesucristo se hizo pobre por nosotros». Un día, como explica el mensaje para la jornada, que es «una sana provocación para ayudarnos a reflexionar sobre nuestro estilo de vida y sobre tantas pobrezas del momento presente».
Esta jornada fue instituida por el mismo papa Francisco al finalizar el Jubileo de la Misericordia en 2016. El Pontífice estableció que se celebrara en el penúltimo domingo del año litúrgico, el que precede a la Solemnidad de Cristo Rey.
Tras la pandemia, recuerda el Papa en su mensaje, la guerra de Ucrania se ha sumado a las guerras regionales que en estos años «están trayendo muerte y destrucción». En estas situaciones, «la razón se oscurece y quienes sufren las consecuencias son muchas personas comunes, que se suman al ya gran número de indigentes. ¿Cómo dar una respuesta adecuada que lleve alivio y paz a tantas personas, dejadas a merced de la incertidumbre y la precariedad?».
Jesús, escribe san Pablo a los cristianos de Corinto, «siendo rico, se hizo pobre por nosotros, a fin de enriquecernos con su pobreza» (2 Co 8, 9). El papa Francisco recordaba cómo aquellos cristianos se mostraron sensibles a la situación de carestía que sufría la Iglesia de Jerusalén y, «por indicación de Pablo, cada primer día de la semana recogían lo que habían logrado ahorrar y todos eran muy generosos». Como si el tiempo no hubiera pasado, «también nosotros cada domingo, durante la celebración de la Santa Eucaristía, realizamos el mismo gesto, poniendo en común nuestras ofrendas para que la comunidad pueda proveer a las exigencias de los más pobres. Es un signo que los cristianos siempre han realizado con alegría y sentido de responsabilidad, para que a ninguna hermana o hermano le falte lo necesario».
La solidaridad, no es otra cosa, explica el Papa, que «compartir lo poco que tenemos con quienes no tienen nada, para que ninguno sufra». Por eso, propone que, «como miembros de la sociedad civil, mantengamos vivo el llamado a los valores de libertad, responsabilidad, fraternidad y solidaridad. Y como cristianos encontremos siempre en la caridad, en la fe y en la esperanza el fundamento de nuestro ser y nuestro actuar». Pero, advierte, «no es el activismo lo que salva, sino la atención sincera y generosa que permite acercarse a un pobre como a un hermano que tiende la mano para que yo me despierte del letargo en el que he caído».
El mensaje terminaba con un ejemplo de entrega: «el pasado 15 de mayo canonicé al hermano Charles de Foucauld, un hombre que, nacido rico, renunció a todo para seguir a Jesús y hacerse con Él pobre y hermano de todos. Su vida eremítica, primero en Nazaret y luego en el desierto del Sahara, hecha de silencio, oración y compartir, es un testimonio ejemplar de la pobreza cristiana. Nos hará bien meditar en estas palabras suyas:
“No despreciemos a los pobres, a los pequeños, a los trabajadores; ellos no sólo son nuestros hermanos en Dios, sino que son también aquellos que del modo más perfecto imitan a Jesús en su vida exterior. Ellos nos representan perfectamente a Jesús, el Obrero de Nazaret. Son los primogénitos entre los elegidos, los primeros llamados a la cuna del Salvador. Fueron la compañía habitual de Jesús, desde su nacimiento hasta su muerte […]. Honrémoslos, honremos en ellos las imágenes de Jesús y de sus santos padres […]. Tomemos para nosotros [la condición] que Él tomó para sí mismo […]. No dejemos nunca de ser pobres en todo, hermanos de los pobres, compañeros de los pobres, seamos los más pobres de los pobres como Jesús, y como Él amemos a los pobres y rodeémonos de ellos» (Comentario al Evangelio de Lucas, Meditación 263). Para el hermano Charles estas no fueron solo palabras, sino un estilo de vida concreto, que lo llevó a compartir con Jesús el don de la vida misma”».
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