El país vive una pobreza extrema, pero el obispo de Rumbek reafirma que la gran solidaridad procede de la población humilde y sencilla, explica que «la visita del Papa ha dado innumerables frutos» y desea que la Pascua «libere a todos de todo pesimismo y miedo».
Las imágenes del Domingo de Ramos en Rumbek han dado la vuelta al mundo: el obispo de la ciudad con un niño al hombro, alrededor de la población jubilosa. Aquí, en la ciudad más importante del Estado de los Lagos, en Sudán del Sur, uno de los países más pobres del mundo, la Pascua es un camino de esperanza no sólo para los cristianos. El Papa visitó el país africano, desgarrado por la violencia y la pobreza, en febrero del año pasado, haciendo un llamamiento a la paz, la justicia y la solidaridad. Y hoy, explica el obispo de Rumbek, el comboniano Christian Carlassare, «hay una gran participación en el Vía Crucis que dura toda la mañana» y al que asisten no sólo cristianos.
A continuación la entrevista que ha realizado Vatican News al obispo:
Excelencia, ¿cómo se lleva a cabo esta oración en Rumbek y cómo nos acercamos a la Pascua?
Se realiza por las calles de la ciudad con gran afluencia de público y con los jóvenes ocupándose de las estaciones, haciendo de principio a fin una especie de representación de los personajes de la Pasión. Así, Jesús con la cruz y todos los demás personajes abren la procesión y en las estaciones representan lo que va a suceder, mientras los lectores leen los pasajes bíblicos. Y realmente, todo el pueblo, incluso los no cristianos, participan en esta representación con gran emoción, hasta el punto que también vemos a gente golpeándose el pecho y llorando y lamentándose por esta historia de Jesús que se repite en la vida de estas personas. Por lo tanto, una oración que también tiene un gran poder liberador porque nos identificamos con ella y sentimos hasta qué punto el sufrimiento de un justo puede dar esperanza a tantos otros. Y luego, concluiremos con la Vigilia Pascual y la Misa. En la Vigilia Pascual, la bendición del fuego es muy hermosa porque siempre tratamos de bendecir el fuego nuevo, un fuego que no ha sido preparado de antemano, sino que se aviva precisamente durante la liturgia mediante el método tradicional de frotar palos hasta que surge la chispa del fuego nuevo. Y esto es lo que Dios es capaz de hacer por nosotros: donde hay noche, Él trae luz; donde hay muerte, Él trae vida nueva.
Las imágenes del Domingo de Ramos en Rumbek han entrado en el corazón de mucha gente: una procesión en la que lleva a un niño a hombros sosteniendo un bastón…
Fue un gesto espontáneo. En África nos gusta representar y vivir los acontecimientos, y no pocas veces en las Palmas utilizamos un burro en la procesión, y el sacerdote montado en el burro representa a Cristo. En Rumbek, sin embargo, no tenemos burros, así que el año pasado hicimos una procesión sencilla, como estamos acostumbrados en Italia. Pero nunca antes me había sentido como un burro, llamado al servicio para llevar cargas como Jesús llevó las nuestras, para llevar a cuestas a esta diócesis y a todas las personas heridas, descartadas o burladas. Por eso, cuando la hermana encargada de la sacristía me dijo que faltaba el burro, le dije: «No te preocupes, yo seré el burro». A nadie le sorprendió este gesto porque así es como se hace aquí, cuando una persona importante viene a visitar el pueblo -no hay otro medio-, lo levantas a hombros y lo llevas. Es lo que habrían hecho con Jesús si la entrada en Jerusalén hubiera sido aquí: lo habrían levantado, al menos los discípulos, y lo habrían llevado hasta la ciudad. Y así, para la gente tenía un valor simbólico muy hermoso: un joven llevado a hombros, símbolo de la esperanza de una comunidad renovada.
En febrero de 2023, el Papa vino en peregrinación ecuménica. Confirmó en la fe, habló de paz y reconciliación. ¿Qué frutos dio esta visita?
Creo que los frutos de la visita del Papa fueron ciertamente innumerables, y se hicieron sentir sobre todo en los días de su visita y en los meses que siguieron, pero aún permanecen grabados en el corazón de los fieles y de tantos habitantes de Sudán del Sur. Evidentemente, aquellos gestos, aquellos hechos para los que el Papa pedía no sólo palabras, siguen siendo una advertencia abierta que reclama el compromiso de todos. Por eso, a día de hoy, creo que los frutos más importantes de aquella visita somos nosotros, el pueblo de Sudán del Sur, las personas de buena voluntad que escucharon las palabras del Papa, que siguen rezando por la paz y no sólo rezando, sino sobre todo cultivándola en sus propias familias y comunidades, hasta el punto de contagiar a todo el país para que la paz sea posible, a pesar de todo. Y eso se nota, porque a pesar de las grandes injusticias que aún persisten a pesar de tanta gente desplazada, a pesar de la crisis económica en la que los pobres son cada vez más pobres en el sentido de que el valor del dinero es tan bajo que incluso el trabajo ya no vale casi nada y por lo tanto la gente tiene dificultades para acceder a los servicios, a la salud, a la escuela… Aquí, a pesar de tanta pobreza, la gente no se desanima y no se entrega a la violencia ni a la injusticia, sino que intenta vivir y sobrevivir basándose sobre todo en la solidaridad de unos con otros. Creo que esta población, tan unida y tan llena de esperanza, es la que un día podrá dar vida a un país que no esté arruinado por los potentados, por los que usurpan el poder, sobre todo el poder de las armas, o el poder económico, sino un país que nazca de la solidaridad de la gente humilde y sencilla.
¿Cómo contribuye la Iglesia al proceso de reconstrucción y reconciliación del país?
La Iglesia está al lado del pueblo que sufre, infundiendo valor, esperanza: no una esperanza vana, sino la certeza de que el Señor está presente y acompaña. Y el que fue aplastado y crucificado ha resucitado y es el principio de nuestra resurrección. La fe, por tanto, no es un accesorio, sino un don tan importante para el pueblo y para todo camino de salvación. Por eso la Iglesia, a la predicación y a la celebración, añade también el servicio, que se convierte en una acción tan importante para suscitar, movilizar y hacer a las personas protagonistas de la transformación humana y social. No se trata sólo de la caridad hacia los más pobres, de la prestación de servicios esenciales, sino también de la promoción de actividades económicas para hacer a las personas más autónomas: pensemos también en los pequeños proyectos agrícolas que intentamos desarrollar en todas nuestras parroquias. Formar a las personas en el sentido cívico, en la justicia, en la paz; y no olvidemos la educación en la escuela católica, donde cultivamos la formación humana integral a través de la valorización de cada niño o joven en nuestras instituciones.
El país es rico en petróleo y, sin embargo, se encuentra entre los más pobres del mundo. ¿Qué medidas deben tomarse para consolidar la paz y devolver a la población lo que le pertenece?
No está garantizado que donde hay recursos haya también riqueza. Por desgracia, la mayoría de las veces la gente sufre más la pobreza debido a la mala distribución de la riqueza. Sudán del Sur no es pobre por falta de riqueza, sino por falta de paz. La guerra en Sudán ha agravado la crisis económica porque el gobierno de Sudán del Sur dependía casi exclusivamente de la explotación del petróleo: ahora el oleoducto que atraviesa Sudán está parcialmente dañado y el gobierno no puede garantizar a Sudán del Sur los pagos que se le concedieron en el pasado. Así que la moneda local pierde valor cada día frente al dólar, el coste de la vida es muy, muy alto, y no hay armonización de salarios en un país en el que de todas formas hay escasez de trabajo, y donde de todas formas no hay posibilidad de trabajar, parece que no tiene sentido laborar porque no ganas lo que necesitas para vivir. Y así la gente se encuentra viviendo al día, incluso de la experiencia, aprovechando los recursos que se pueden encontrar. Para consolidar la paz -parece una paradoja- necesitamos la paz; la lucha contra la delincuencia y la corrupción -que es una forma de delincuencia- y apoyar el emprendimiento y la construcción de una economía que sea sostenible a partir incluso de pequeñas actividades económicas: desde la agricultura, la ganadería, la pesca… No sólo la explotación de recursos que se usan y se consumen, sino también el trabajo que genera otro tipo de recursos a través del propio emprendimiento.
¿Cuál es su oración, su deseo para esta Pascua en Sudán del Sur?
Un deseo para la Pascua: que sea un encuentro con Cristo resucitado, que nos libere de todo pesimismo y miedo, que nos dé el valor de hacer opciones de paz y fraternidad. ¡Feliz Pascua de Resurrección!
Crédito de la nota: Vatican News.