El lunes 10 de marzo, Mozambique fue trágicamente azotado por el ciclón Jude. El destructor evento afectó, especialmente, la provincia de Nampula –al norte del país–, con vientos superiores a los 140 km/h, causando fuertes lluvias y olas gigantes, y aumentando el riesgo de inundaciones y deslizamientos de tierra. En algunos pueblos, el ciclón Jude ha destruido el 70 por ciento de las casas.
Ciclón, huracán y tifón son los nombres para el mismo fenómeno metereológico, que depende su denominación de la región donde afecté. Jude es el tercer ciclón que golpea Mozambique en los últimos cuatro meses. Chido pasó por la zona en diciembre, matando al menos a 120 personas y destruyendo casi 120 mil viviendas. A mediados de enero, fue el turno de Dikeledi, que mató al menos a cinco personas y destruyó alrededor de 3 mil 500 viviendas.
También sufrió importantes daños la zona de la comunidad comboniana de Carapira, donde se ubican el Centro Pastoral Diocesano y el Instituto Técnico Industrial de Carapira (ITIC). Los hermanos informaron que se encuentran bien. El padre De Guidi Davide, superior de la comunidad, envió un mensaje de voz el 14 de marzo describiendo la situación:
«El ciclón pasó sobre nuestra zona con una fuerza tremenda. Duró aproximadamente 12 horas, con vientos muy fuertes y lluvias intensas. Carapira fue el centro de este terrible fenómeno. El ciclón luego se dirigió hacia Nampula, pero con menos fuerza. Los daños son cuantiosos. En la parroquia muchas casas se derrumbaron. Algunas capillas también fueron arrasadas. El centro parroquial sufrió daños, aunque no graves, gracias a Dios. Cayeron muchos árboles. Todos los edificios están inundados. El agua entró por todas partes, incluso por los techos dañados. No hay duda de que nos espera un año de hambre».

Fue un verdadero shock: «Y pensar que las cosas iban realmente bien. En los meses anteriores hubo fuertes lluvias. Los cultivos estaban creciendo maravillosamente. Sucedió hasta que pasara el último mes antes de tomar la hoz y comenzar la cosecha. Ahora, sin embargo, nos espera un año de dificultades y esperanzas. Miramos a nuestro alrededor, y nuestras mentes son bombardeadas por preguntas terribles: ¿Qué haremos? ¿Qué hará la gente? ¿De dónde vendrá la ayuda? La población local perdió gran parte de sus cosechas. ¿Cómo será el mañana?».
A continuación, una reflexión del padre Davide: «Los ciclones que se han producido en los últimos meses han sido extremadamente frecuentes y devastadores. Es imposible no pensar en una manipulación imprudente del medio ambiente. Como siempre, también hoy los que pagan el precio son los pobres, los últimos, que son casi con toda seguridad los menos culpables de la explotación de los ecosistemas. Obviamente los primeros edificios en derrumbarse fueron las chozas de barro de los más pobres. Al parecer no hubo ninguna muerte en nuestra parroquia. Esperamos que esto se confirme pronto».
¿Cómo reaccionó la población?: «Nuestra gente es increíble; inmediatamente se pusieron manos a la obra y empezaron a poner las cosas en orden. Muchos comenzaron ya a erigir pequeñas estructuras con postes y ramas. Por supuesto, están buscando un lugar donde vivir. Pero, tarde o temprano, tendrán que empezar a construir casas más fuertes y estables. El problema es dónde encontrar el dinero para hacer esto. Las casas de paja y los “matope” no duran. Al próximo ciclón no le importarán».

Continuó: «Los niños y los jóvenes están todos en casa. Todas las escuelas se vieron afectadas. La escuela de Carapira también quedó parcialmente destruida. Nuestro Centro Pastoral, que ya necesitaba reparaciones, resultó gravemente dañado. Sólo la iglesia resistió: se inundó, sí, pero está en buen estado. Sin embargo, en los pueblos, muchas capillas han quedado reducidas a montones de barro y paja; otros han sido gravemente dañados y necesitarán ser reparados. Nuestra comunidad abrió inmediatamente la iglesia parroquial, dando hospitalidad a cientos de personas desplazadas y prestándoles primeros auxilios».
En conclusión, «Mucha gente pobre ha acudido al patio de la misión. Inmediatamente tomamos medidas para recibirlos y ayudarlos. Ofrecemos un lugar donde puedan refugiarse y alimentarse. Tendremos que pensar en algunos proyectos para poder afrontar la difícil situación. Lanzaremos llamamientos a las autoridades locales, a la diócesis y a los amigos del extranjero, con la esperanza de que pronto nos lleguen signos concretos de esperanza para estas personas pobres y vulnerables. No nos desanimamos. Simplemente estamos ansiosos por ayudar. Pero también hay que pensar en el futuro, empezando por educar a la población local para que invierta los pocos recursos que tienen en mejorar sus viviendas. No puedes enfrentar un ciclón con las habituales chozas de barro y paja».

Crédito de la nota: Misioneros Combonianos
Imágenes: PP. Benjamín Avoga y Gabriel Panguanito Hilario, mccj