Estamos de luto porque ¿quién como él recordará tanto los conflictos africanos? La pregunta dirigida a Sor Anna Marini, misionera de la Inmaculada en Guinea-Bisáu, es como un golpe en el corazón. «El papa que vino del fin del mundo —nos dice— nunca ha dejado de pensar en quienes viven el fin del mundo, en la falta de sueños, de oportunidades, de libertad».
Me enteré de la muerte del Papa Francisco cuando cruzaba el umbral de la casa de la familia Mané, en el pueblo de Blassar, para continuar mi viaje hacia otro pueblo. Leo el mensaje de WhatsApp y detengo mi paso en la arena, incrédula y emocionada. Dembo, el padre de la familia que acababa de visitar, grita espontáneamente: «Monja, ¿ha pasado algo?» exclama en voz alta. Me doy la vuelta y vuelvo mostrando la foto del Papa Francisco, contándole la noticia a la familia.
El Papa Francisco dictó un estilo, un modo de ser Iglesia, un modo de ser hombre: palabras como cuidado, ternura, perdón, amistad, misericordia han marcado su pontificado. Palabras centrales para tener un estilo misionero acorde con el Evangelio. Palabras importantes para una realidad como la de Guinea-Bissau, que todavía tiene demasiada sed de perdón y de cuidados.
El Papa Francisco ha dictado un estilo, un modo de ser Iglesia: mirar siempre las situaciones dolorosas del mundo, los tantos conflictos olvidados, las poblaciones más frágiles, los últimos de la tierra.
«Estamos de luto», me susurra Helena en la misa de la tarde. Helena es una mujer de 57 años, viuda, madre de 8 hijos y abuela de 9 nietos. «Estamos de luto porque, ¿quién como él se acordará tanto de los conflictos africanos, monja?». ¡Qué golpe al corazón cuando dice eso!
El Papa Francisco, con sus palabras, su humildad, su recuerdo de los más desfavorecidos, ha tocado la fibra sensible del pueblo de Guinea-Bisáu. Un Pontífice que siempre tuvo la mirada puesta en la vida, en el respeto a la dignidad humana y a la creación. Una creación recibida como regalo, un regalo para defender y proteger, un regalo heredado y para transmitir a los descendientes.
En sus 13 años de Pontificado trazó la historia dándonos las directrices de una Nueva Economía, inspirada en Francisco y Clara. Se trata de un auténtico camino de conversión que interpela las conciencias. En el programa de Radio Sol Mansi llamado «Cabas di ermondadi», que se emite todos los viernes, en los últimos seis meses hemos sido acompañados por esta Economía de Francisco y Clara, por sus pensamientos, por su visión, por sus propuestas. Se trata de una economía diferente, de una nueva visión, de un camino a recorrer ante todo para garantizar el desarrollo de África, una tierra todavía saqueada y víctima de la deuda externa, saqueada y subyugada por gobiernos políticos autoritarios o por democracias títeres.
Éste era el Papa Francisco: una voz profética, un hombre sencillo, un pastor de Dios, un amante de los últimos. Un hombre que hasta su último aliento gritó «¡Paz!», en un momento oscuro de nuestra humanidad. Un llamamiento que toca también la realidad de Guinea, que aún hoy pide paz, estabilidad y justicia, allí donde la corrupción está rampante y la inestabilidad política reina suprema.
El Papa que vino del fin del mundo nunca ha dejado de pensar en quienes viven el fin del mundo en ausencia de sueños, de oportunidades y de libertad. Nunca dejó de decir palabras de esperanza a quienes abandonan su patria, en medio de mil peligros, para buscar una nueva ruta. Nunca dejó de luchar para que se preserve la vida, pues es un valor indispensable. Quien embarca o cruza una frontera o intenta pasar un paso, un muro, está luchando por su propia vida y por la de los que dejó en casa. El Papa Francisco siempre se ha preocupado por esta vida, aunque carezca de documentos o justificaciones plausibles a los ojos de muchos partidos políticos.
Crédito de la nota: Mondo Missione