Capellán castrense en Ucrania: «No tengan miedo de hablar con los soldados heridos»

Capellán castrense en Ucrania: «No tengan miedo de hablar con los soldados heridos»

El padre Roman Vynnychuk es un joven sacerdote de la Iglesia greco-católica ucraniana. Al estallar la guerra, se convirtió en capellán castrense y ejerce su ministerio en un hospital militar del oeste de Ucrania. A pesar de su falta de experiencia, el p. Roman respondió a la llamada de Dios para servir a los soldados heridos en el frente. «No hay que tener miedo a lo nuevo, miedo a comunicarse con los soldados, sobre todo con los heridos. Así que aprendí a hablarles con naturalidad», declaró a Vatican News.

Padre Roman, ¿cómo comenzó su ministerio como capellán castrense?

Me hice sacerdote en 2021. Al principio, presté servicio en la parroquia como ayudante del párroco. Tras el comienzo de la invasión rusa, recibí la oportunidad de atender a los militares heridos. Al principio estaba un poco preocupado, tenía cierto miedo, era algo nuevo para mí, era una responsabilidad. Además, el servicio militar es algo que no se conoce en profundidad. Pero confié en Dios, sentí que tenía que servir de esta manera, y decidí aceptar este ministerio, del que no me arrepiento, al contrario, estoy muy contento.

¿Cómo ejerce realmente su ministerio?

Los capellanes castrenses nos ocupamos principalmente de la atención pastoral. Celebramos, rezamos, administramos el sacramento de la confesión y otros sacramentos. Sin embargo, el hospital no es una parroquia donde suele reunirse gente de la misma confesión, y atendemos a personas de toda Ucrania, de distintas confesiones y religiones. Un capellán es una persona que sirve a todo el mundo. Celebro en mi propio rito –soy sacerdote de la Iglesia greco-católica ucraniana–, pero sirvo a todos, en la medida de lo posible, y no sólo a los pacientes, sino también al personal médico. Los pacientes cambian constantemente: algunos reciben el alta, otros permanecen más tiempo y otros menos.

Entre los soldados heridos hay tanto hombres como mujeres, hablamos con ellos y les invitamos a asistir a misa. También participamos en actividades sociales y caritativas, porque a veces los pacientes necesitan ayuda material, como cuando necesitan ropa, o incluso comida. También trabajamos en educación y cultura, organizando conferencias y charlas sobre temas históricos y religiosos para que la gente participe y tenga la oportunidad de aprender algo nuevo. Atendemos a personas con lesiones de diversa índole, hay pacientes graves, incluso con discapacidades y amputaciones, y cada uno percibe lo que ofrecemos de forma diferente. Pero es importante que la Iglesia esté presente y que el capellán esté con ellos, para ofrecerles apoyo cuando alguien lo pida.

¿Qué ha aprendido desde que se convirtió en capellán castrense y empezó a atender a soldados heridos? ¿Qué es importante en su ministerio?

Lo primero es no tener miedo, no tener miedo a algo nuevo, no tener miedo a comunicarse con los soldados, especialmente con los que han sido heridos, los veteranos. He aprendido a hablarles con naturalidad, tratándoles con respeto. Y en general me doy cuenta de su aprecio cuando alguien viene a visitarlos. Es importante escuchar a la persona. No es necesario dar consejos, basta con escuchar y estar presente. Una persona que no quiere hablar, no hablará, sino que hará otra cosa, leerá algo o mirará el teléfono.

P. Roman, a veces ocurre que las personas que no están acostumbradas a ver a personas con lesiones graves o amputaciones tienen dificultades para comportarse delante de ellas. ¿Qué les aconsejaría?

Como nos enseñaron, y como he podido comprobar por mí mismo, los militares no quieren que se les compadezca. Hay que recordar que siguen siendo soldados. Son muchos y debemos aprender a hablar con ellos. Debemos tratarles con comprensión, con naturalidad y, repito, con respeto y gratitud.

¿Qué le inspira en su servicio a los soldados heridos?

A veces me sorprendo, porque cuando visito a los chicos recibo mucha energía positiva de ellos, muchos están decididos a seguir adelante a pesar de sus heridas. Hubo un soldado al que le amputaron las dos piernas. Ahora tiene prótesis, y él mismo, en uno de los centros de rehabilitación, ayuda a otros soldados en su recuperación. Utiliza su experiencia para apoyarles y ayudarles a seguir adelante. Así que hay que tener fe, centrarse en lo bueno, no rendirse.

¿Ve a gente que no puede levantarse y cae en la desesperación?

Por supuesto, somos seres humanos y la guerra no deja a nadie sin consecuencias, afecta a todos de un modo u otro. Hay personas diferentes, con caracteres y mentalidades diferentes. Para algunos es más fácil enfrentarse a estas pruebas, para otros no tanto. Por eso hay psicólogos, psicoterapeutas y diversos servicios de asesoramiento que ayudan a las personas a salir de este estado y a vivir, a entrar en el ritmo normal de la vida. No es fácil y no se puede forzar a una persona, se le ofrece ayuda, y si una persona lo desea, recibirá apoyo.

¿Qué le ayuda a sobrellevar tanto sufrimiento y dolor?

A veces hay momentos en los que es muy difícil y doloroso ver que una persona tiene heridas muy graves. Y hay que decir que no se trata sólo de militares, entre los heridos también hay civiles, niños, y todo esto es muy doloroso. Lo primero que me da fuerza es la fe en Dios, que tiene la última palabra. Él me da fuerzas en este viaje en medio del dolor. Luego encuentro fuerzas para ayudar a las personas a las que sirvo, los militares, que merecen todo nuestro respeto. Si Dios quiere, esta guerra terminará y habrá una paz justa, momento en el que será importante recordarles y no olvidar el sacrificio que han hecho por todos nosotros.

Estamos en el Año Jubilar convocado por el difunto Papa Francisco, y cuyo lema es «Peregrinos de la esperanza». ¿Ve usted destellos de esperanza en Ucrania?

En primer lugar, nuestra esperanza está en Dios. Todo el mundo pensó que Ucrania caería cuando comenzó la invasión, pero no: el pueblo se ha movilizado y estos soldados están dando su vida para defender nuestro país. En los momentos oscuros, nuestro pueblo se unió, y el mundo entero respondió, ofreció y sigue ofreciendo ayuda material y apoyo espiritual. Por tanto, es importante que permanezcamos unidos y que cada uno haga lo que pueda. Para nosotros, los cristianos, también es importante que recemos, que imploremos a Dios por nuestra Ucrania, por nuestro pueblo, por nuestros militares.

Crédito de la nota: Vatican News