La Jornada de Oración y Reflexión por el Líbano del 1 de julio, convocada por el papa Francisco con la esperanza de abrir destellos de paz en el país oprimido por una polifacética crisis política, económica y social, escenario en agosto de 2020 de la violenta explosión en el puerto de Beirut, es el fruto de un camino de unos treinta años.
Un camino -recordó el cardenal Leonardo Sandri, Prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales, al presentar el evento en la Oficina de Prensa del Vaticano- que comenzó con el Sínodo para el Líbano convocado por Juan Pablo II en 1995, y que continuó con la exhortación apostólica “Una esperanza para el Líbano”, pronunciada en la visita del Papa a la Tierra de los Cedros en mayo de 1997. Benedicto XVI también siguió estos pasos y eligió el Líbano para firmar y entregar el Documento en la conclusión del Sínodo especial para Oriente Medio, en septiembre de 2012, Ecclesia in Medio Oriente, durante el que fue el último viaje apostólico antes de su dimisión.
Ahora es Francisco quien llama la atención del mundo sobre esta tierra a la que Wojtyla definió “un mensaje”. En la conferencia en el avión cuando regresaba de Iraq, el Pontífice argentino reveló que había recibido una petición para detenerse en Beirut antes de ir a Bagdad. Una parada difícil de organizar en ese momento, pero que Francisco prometió hacer tarde o temprano. Tal vez a finales de este año, aunque es más probable que sea a principios del próximo, dijo el arzobispo Paul Richard Gallagher, Secretario para las Relaciones con los Estados, explicando a los periodistas que, además de algunos compromisos que ya están en la agenda papal, se espera la formación definitiva de un gobierno con el que dialogar.
Gallagher: la Santa Sede preocupada por el colapso del país
En previsión de esa peregrinación, el Papa, dada la emergencia de la situación libanesa, ha querido convocar esta jornada, en la estela de otras grandes iniciativas del pontificado como la vigilia por Siria en la Plaza de San Pedro (2013), la oración de paz en los Jardines Vaticanos por Tierra Santa (2014), el encuentro bilateral en Santa Marta con los líderes políticos y religiosos de Sudán del Sur (2019).
El programa: un «camino juntos»
En concreto, la Jornada de Oración del 1 de julio -explicó Sandri- será un continuo “caminar juntos” entre el Papa y los responsables de las Iglesias y Comunidades Eclesiales. Se trata de las Iglesias ortodoxa y católica, presentes con sus diferentes ritos y tradiciones, explicó monseñor Brian Farrell, secretario del Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos, y también de diferentes comunidades eclesiales nacidas de la Reforma.
Todos ellos se reunirán en Santa Marta -donde serán recibidos del 30 de junio al 2 de julio- para un momento de bienvenida. Luego se dirigirán hacia San Pedro; en la Basílica, tras rezar el Padre Nuestro, bajarán las escaleras de la Confesión del Apóstol Pedro y cada uno colocará una vela como signo de la oración que arde pidiendo la intercesión del apóstol. “Durante el día no podremos verlos ni oírlos, porque las puertas de la Sala Clementina del Palacio Apostólico permanecerán cerradas a nuestra mirada”, explicó Sandri, que instó a seguir la jornada a distancia con una oración de intercesión en sus parroquias y comunidades religiosas.
Mesa redonda ecuménica
Al igual que en la Basílica de San Nicolás de Bari, para el evento ecuménico del 7 de julio de 2018, la mesa de reunión será redonda y en torno a ella se sentarán el nuncio apostólico en Líbano, monseñor Joseph Spiteri, como moderador, y los diez jefes de las comunidades cristianas. Entre ellos podría estar también el sucesor del Patriarca de Cilicia de los Armenios, Gregorio Pedro XX Ghabroyan, fallecido el 25 de mayo, que será elegido en el Sínodo iniciado hace tres días.
Las esperanzas de paz de los jóvenes
El Papa y los demás invitados irán en procesión hasta San Pedro, siguiendo a un sacerdote que llevará el Evangelio. A continuación se realizará una oración ecuménica que incluirá la proclamación de algunos pasajes de la Palabra de Dios, alternando con oraciones y cantos de las diferentes tradiciones rituales presentes en el Líbano.
Los textos en árabe, sirio, armenio y caldeo resonarán entonces entre las bóvedas de San Pedro. Hacia el final de la celebración, algunos jóvenes entregarán una lámpara encendida, que se colocará en un candelabro. “Es la esperanza de la paz que entregan las generaciones más jóvenes, pidiendo ayuda para que no se extinga por las tribulaciones del presente”, destacó el cardenal Sandri. La conclusión será confiada al Papa Francisco, que pronunciará un discurso de clausura y, antes de despedirse, donará una placa en recuerdo de la jornada con el logotipo. No está previsto un llamamiento conjunto, pero el discurso del Papa “contendrá llamamientos y consideraciones, fruto de las reflexiones de ese día que podrían ser indicaciones para el futuro del Líbano”.
El logotipo con Nuestra Señora de la Harissa
En cuanto al logotipo, representa la estatua de Nuestra Señora de Harissa que vela por el Líbano y es reconocible al llegar desde el mar, en el santuario que acoge a peregrinos de todas las edades y credos. La Virgen se encargará de llevar a cabo el evento el 1 de julio para que “pronto salga un nuevo sol”, dijo el cardenal Sandri, evocando las palabras del poeta libanés Kahil Gibran: “Más allá de la cortina negra de la noche nos espera un nuevo amanecer”.
Fuente de la nota: Vatican News.