En el país africano, las enfermedades crónicas no transmisibles son la causa del 80% de las muertes y afectan a los más pobres, vulnerables y discriminados. El proyecto “Salud sin barreras” y el compromiso de Aifo apoyan a miles de personas en las zonas más aisladas.
En Mozambique, la salud no es sólo una cuestión de distancia respecto a las estructuras sanitarias, sino muchas veces de invisibilidad. Precisamente ahí actúa el proyecto “Salud sin barreras”, promovido por la Asociación Italiana Amigos de Raoul Follereau (Aifo) y cofinanciado por el Ministerio de Asuntos Exteriores de Italia a través de la Agencia Italiana para la Cooperación al Desarrollo (Aics), en consorcio con Fondazione Aurora, Arco de Fondazione Pin y Fondazione E35. Este proyecto está cambiando la vida de miles de personas al llevar por primera vez servicios sanitarios, inclusión y autonomía a las zonas más aisladas del país.
Superar las barreras
“En Mozambique, como en muchos países de renta baja y media, las enfermedades crónicas no transmisibles son responsables del 80% de las muertes y afectan sobre todo a las personas más pobres, vulnerables y discriminadas”, explica Simona Venturoli, directora de programas de Aifo.
“El proyecto nació de la experiencia de décadas de Aifo en la promoción de la atención y la inclusión, y fue diseñado para trabajar en la prevención y el tratamiento de la hipertensión, la diabetes mellitus y el cáncer de cuello uterino. Al mismo tiempo – prosigue – respondió a la necesidad concreta de derribar las barreras que obstaculizan el acceso a la salud, porque estar bien es un derecho”.
Servicios en las zonas remotas
Llevar servicios sanitarios e inclusión a las zonas más apartadas no fue fácil. “Los principales desafíos – cuenta Venturoli – son la falta de personal cualificado, la carencia de medios para el diagnóstico precoz y el tratamiento, la escasez de información sobre comportamientos preventivos y las grandes distancias que separan a las comunidades de los centros de salud”.
“Salud sin barreras” integra salud, inclusión social y economía local con un enfoque comunitario. “Promover el acceso al trabajo y el empoderamiento económico de las personas con discapacidad – explica Venturoli – significa reducir las barreras económicas que a menudo limitan el acceso a los servicios sanitarios”.
Las actividades de formación y apoyo han fortalecido las competencias empresariales y financieras de muchas personas, favoreciendo la creación de microempresas familiares. Paralelamente, campañas de sensibilización y redes comunitarias han contribuido a combatir el estigma y la discriminación, promoviendo la participación activa de las personas con discapacidad en la vida pública y laboral.
“El proyecto – añade – crea un círculo virtuoso en el que el fortalecimiento económico sostiene el derecho a la salud y la plena inclusión social, contribuyendo al desarrollo sostenible del territorio”. Uno de los elementos más innovadores son las brigadas móviles, unidades sanitarias itinerantes que alcanzan las aldeas más lejanas.
Historias desde el territorio
Sergio Vicente, director clínico del centro de salud de Chuíba, cuenta que gracias a la formación recibida de Aifo, los médicos y técnicos han mejorado su capacidad de diagnóstico y han puesto en marcha las brigadas móviles, que permiten llegar a comunidades realmente remotas.
La rehabilitación de centros de salud, junto con la llegada de nuevos instrumentos de diagnóstico y medicamentos, ha hecho posible recibir atención médica en lugares antes inalcanzables.
También está la historia de Paula, una activista de Cabo Delgado: “A pesar de las dificultades – relata Venturoli – nunca se ha detenido. Gracias a la formación y a la bicicleta que le entregamos, recorre cada día kilómetros para llegar a las aldeas más lejanas y concienciar a la gente sobre la prevención. Su determinación demuestra que el cambio es posible cuando se cree en un futuro mejor para todos”.
La salud como dignidad y autonomía
El proyecto ya ha alcanzado a más de 133 mil personas, cubriendo el 53,4% de la población en las zonas de intervención: Manica, Baruè, Pemba, Ancuabe y Montepuez.
“Pero lo verdaderamente transformador – subraya – es lo que hemos dejado para el futuro: cinco centros de salud hoy accesibles, comités comunitarios de salud activos y comunidades conscientes de la importancia de la prevención”.
Un elemento clave de sostenibilidad es la participación directa de las personas con discapacidad.
“Se han convertido – añade Venturoli – en protagonistas: muchos activistas y agentes de salud comunitaria que han trabajado en el proyecto son personas con discapacidad. Así hemos hecho realidad el lema Nada para nosotros sin nosotros”.
“Salud sin barreras” – concluye – funciona porque aborda las enfermedades crónicas no transmisibles no como un problema aislado, sino como efecto de desigualdades estructurales. Pone en el centro a las personas y las comunidades, integra salud, inclusión y desarrollo. No se limita a ofrecer tratamientos, sino que actúa sobre las causas de la exclusión, forma operadores y fortalece los servicios sanitarios. Así, la salud se convierte en participación, dignidad y autonomía”.
Crédito de la nota: Vatican News.
