Cada dos aƱos el Instituto de los Misioneros Combonianos invita a todos los obispos combonianos a unos dĆas de encuentro para compartir experiencias y desafĆos pastorales, celebrar juntos la fe y revitalizar el espĆritu comboniano. Este aƱo, el encuentro tuvo lugar en Roma del 17 al 24 de septiembre con la participación de 13 de los 24 obispos actuales. Al final del encuentro, los prelados escribieron un mensaje a la Familia comboniana titulado Ā«Peregrinos de la esperanzaĀ», que compartimos a continuación.
Queridos hermanos y hermanas:
Hemos acogido como regalo la oportunidad de reunirnos para compartir nuestras experiencias de misión y ministerio como obispos combonianos en nuestras respectivas diócesis, pero tambiĆ©n para reflexionar juntos sobre los nuevos desafĆos de la misión en un mundo donde la esperanza cristiana parece faltar. Agradecemos la dedicación de nuestros hermanos y hermanas, combonianas seculares y laicos, que ofrecen su vida por la misión de la Iglesia.
Nuestro grupo estÔ formado por un cardenal, dos arzobispos, veinte obispos y un administrador apostólico. No todos estuvieron presentes personalmente, pero tuvimos un momento de intercambio con algunos a través de una videollamada. Otros se hicieron presentes con mensajes de voz y escritos. En la reunión estÔbamos 13 obispos, acompañados por el padre Tesfaye Tadesse Gebresilasie, superior general, y el padre Cosimo De Iaco, fiscal general.
Del intercambio de experiencias se desprende claramente que nuestra sociedad es cada vez mĆ”s miope e indiferente ante las injusticias y el sufrimiento humanos, mientras los poderosos y responsables de las naciones luchan por reconocer lo importante que es perseguir el bien comĆŗn universal y defender los derechos humanos inalienables. En algunos casos, las decisiones de las naciones estĆ”n en total conflicto y desprecio del valor de la vida. Pensemos, por ejemplo, en las numerosas guerras que existen hoy en dĆa en todo el mundo. Nuestra voz como misioneros combonianos quiere dirigirse a todos en el mundo, sin distinción, para identificar un objetivo comĆŗn y global contra la insostenibilidad de una economĆa liberada de normas Ć©ticas, y que ahoga cada vez mĆ”s el grito de los pobres obligados a una miseria inhumana, a causa de egoĆsmo nacionalista, dedicado a producir una catĆ”strofe global que, todos, conscientemente o no, se verĆ”n sufriendo. Proponemos la visión evangĆ©lica de una economĆa de comunión que se base en dar prioridad a los demĆ”s antes que a uno mismo, para construir juntos un futuro mĆ”s humano y fraterno.
Incluso nuestra familia comboniana en su propio contexto vive enormes desafĆos que no deben afrontarse de forma aislada, sino con una visión global. Europa se encuentra ante un momento de crisis debido a un retroceso en su interior marcado por los conflictos en Ucrania y Gaza que atestiguan una grave polarización y politización, olvidando a la parte de la población que sufre. Otros continentes, sin embargo, estĆ”n heridos por conflictos olvidados que no atraen la atención y el interĆ©s de la comunidad internacional y, por tanto, tampoco de los medios de comunicación. SudĆ”n vive un momento especialmente dramĆ”tico en el desarrollo del conflicto donde no parece haber perspectivas de diĆ”logo y, por tanto, de reconciliación. Pero a esto se suman situaciones igualmente dolorosas y problemĆ”ticas en las regiones del Cuerno de Ćfrica y Ćfrica Central, o naciones en particular como la RepĆŗblica DemocrĆ”tica del Congo, Mozambique y SudĆ”n del Sur. Incluso en AmĆ©rica Latina asistimos a una radicalización de la polĆtica mĆ”s al servicio de los grupos de poder que de los ciudadanos, provocando un fenómeno migratorio descontrolado. Nuestra presencia de fe en estas situaciones de sufrimiento, tanto geogrĆ”fico como existencial, es un signo de esperanza que, como la luz, muestra el camino. En esto nos alienta el camino del SĆnodo sobre la sinodalidad y el tema del Jubileo de 2025: Ā«Peregrinos de esperanzaĀ».
El Papa Francisco enseƱa que Ā«el mundo necesita esperanza, como tambiĆ©n necesita paciencia, una virtud que camina en estrecho contacto con la esperanzaĀ». Ā«Los hombres pacientes son tejedores del bien. Quieren obstinadamente la paz, y aunque algunos tengan prisa y quieran todo enseguida, la paciencia tiene capacidad de espera. Incluso cuando muchos a su alrededor han sucumbido a la desilusión, aquellos que estĆ”n animados por la esperanza y son pacientes pueden superar las noches mĆ”s oscuras. La esperanza y la paciencia van juntasĀ». TambiĆ©n podrĆamos llamarla perseverancia, esa firmeza que animó y caracterizó a nuestro fundador San Daniel Comboni, que nunca abandonó Ćfrica, nunca desplazó sus intereses hacia otra cosa que la evangelización de este continente. Nunca dimitió, ni siquiera ante los mayores obstĆ”culos y penurias. San AgustĆn decĆa que Ā«la esperanza tiene dos hermosos hijos: la indignación y el coraje. El desprecio por la realidad de las cosas, el coraje de cambiarlasĀ».
Al final de nuestro encuentro reafirmamos nuestro compromiso de llevar la buena nueva del Evangelio y vivir en nuestra carne, personal y comunitariamente, la vida resucitada de Jesucristo. Una vida que, a pesar de llevar los signos de la pasión, se abre a una vida nueva.
Extendemos nuestro saludo y bendición a todas las comunidades de la Familia Comboniana con el compromiso de recordarnos mutuamente en la oración.
CrƩdito de la nota: Misioneros Combonianos