El país africano lleva años afrontando un difícil reto humanitario al acoger a refugiados que huyen de Sudán y la República Democrática del Congo. Pero tras el recorte de la financiación humanitaria corre el riesgo de colapsarse. Las agencias de Naciones Unidas dan la voz de alarma.
La creciente inseguridad en las regiones orientales de la República Democrática del Congo ha elevado a más de 1,8 millones el número de refugiados en Uganda. Desde enero de 2025, más de 41 mil congoleños han cruzado la frontera huyendo de los combates entre el ejército y los rebeldes del M23, que han lanzado una gran ofensiva en toda la región de Kivu.
Uganda en riesgo de inestabilidad
Uganda, el país que acoge al mayor número de refugiados, está siendo testigo de un fuerte aumento del número de congoleños que cruzan su frontera occidental. Debido a los continuos recortes en la financiación de las emergencias humanitarias, este aumento significativo de las llegadas corre el riesgo de poner a prueba las capacidades del país, que también debe responder a las necesidades de más de 70 mil refugiados sudaneses que huyen de los dos años de guerra en Sudán.

Más de 600 mil refugiados congoleños
En las últimas dos semanas, una media de 600 personas cruzaron la frontera con Uganda cada día. Los recién llegados, en su mayoría mujeres y niños, entran por tres puntos principales: Bunagana en el distrito de Kisoro, Butogota en Kanungu y Sebagoro en Kikuube. Muchos de ellos proceden de las zonas de Rutshuru, Masisi y Goma, en la RD del Congo, donde fueron testigos de matanzas, violencia sexual y otras experiencias traumáticas durante su huida. En Kikuube, casi cuatro mil refugiados cruzaron el lago Alberto hacia Uganda en condiciones precarias, tras viajar durante horas en embarcaciones abarrotadas en condiciones climáticas difíciles. Cada vez más hombres viajan separados de sus familias para evitar ser reclutados a la fuerza por grupos armados.

Difíciles condiciones sanitarias
El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados ha dado recientemente la voz de alarma sobre las cada vez más difíciles condiciones sanitarias de los refugiados y, en particular, de los niños, que llegan a los campos de refugiados en condiciones críticas debido a la malaria y la desnutrición. La grave escasez de agua, letrinas e instalaciones para lavarse, sobre todo en los centros de tránsito de Matanda y Nyakabande, está poniendo a la población en peligro de contraer enfermedades potencialmente mortales. Los servicios sanitarios también están sometidos a una presión cada vez mayor y luchan por satisfacer las crecientes necesidades de muchas personas que llegan en mal estado de salud.
Hacinamiento en los campos
Los centros de tránsito y recepción en la frontera están saturados y con el comienzo de la estación de lluvias, dice ACNUR, todos los espacios disponibles, incluidas las cocinas y las zonas de registro, se están utilizando para alojar a los refugiados. Debido a la falta de recursos financieros, se han cerrado servicios vitales para los refugiados en todo el país. Se ha paralizado la construcción de viviendas para personas con necesidades especiales y el recorte de combustible del 30% está afectando a la logística y la prestación de servicios. La crisis de financiación también está teniendo un impacto significativo en la respuesta humanitaria del ACNUR, obligando a la agencia a reducir algunas actividades estándar de protección, como la asistencia jurídica a los refugiados y los espacios seguros para los niños.

Violencia sexual generalizada
También ha dado la voz de alarma sobre el déficit de financiación tras la interrupción de los programas de servicios humanitarios Unicef, que denuncia: «250 mil niños se verán privados de servicios vitales para la violencia de género y la protección en los conflictos armados». Según el portavoz en Ginebra del Fondo de la ONU para la Infancia, miles de niños congoleños han sido víctimas de violaciones y violencia sexual. «La tasa de violencia sexual contra los niños nunca ha sido tan alta. No se trata de incidentes aislados», informa Unicef, «sino de una crisis sistémica. Hay supervivientes incluso en la infancia. Es un arma de guerra y una táctica deliberada de terror que destruye familias y comunidades».
Crédito de la nota: Vatican News.