Monseñor Christian Carlassare relató el atentado que sufrió hace unos días, en el cual recibió cuatro disparos: “Soy un italo-sursudanés afectado por la misma violencia de la que han sido víctimas durante décadas todos los sudaneses. Si querían intimidarme, obtuvieron el efecto contrario”.
El doctor keniano que atiende al joven obispo vicentino de Rumbek, en Sudán del Sur, compartió que Monseñor está bien. Fue operado anoche y las balas no cortaron ni huesos ni nervios ni tendones, solo laceraron los músculos, pero ha perdido demasiada sangre y debe descansar.
El padre Christian se acomoda en la cama del hospital en Nairobi, donde fue trasladado anoche después de los primeros tratamientos recibidos por los médicos de CUAMM. Está sereno, como lo estaba cuando pronunció la homilía de la misa dominical unas horas antes de la emboscada.
“Por un milagro un joven voluntario acababa de descubrir que tenía el mismo tipo de sangre que yo, un Rh negativo, raro y no disponible en África. Sin su donación, no sé si lo hubiera logrado”. Solo mañana estará seguro de que las heridas no se han infectado.
Por su parte, las agencias de noticias informaron que algunos religiosos han sido arrestados por el caso del comboniano, incluido el coordinador de la diócesis, el padre John Mathiang, bajo sospecha de ser los instigadores del ataque.
“No me dijeron nada. Es normal que también investiguen los círculos de la Iglesia, pero no me apresuraría demasiado, dejaría que las autoridades hicieran sus investigaciones. Solo puedo perdonar. Si surge algo desagradable, ayudará a fortalecer mi comunidad. Ayer, mientras me llevaban al aeropuerto, la gente salió a la calle a saludarme, mostrándome su cariño a pesar de estar tan pocos días en Rumbek.
Los habitantes de mi diócesis son en su mayoría dinka y he vivido diez años con los nuer, tanto es así que me he ganado el apodo de “blanco-nuer”, pero antes que nada soy un italiano sursudanés golpeado por la misma violencia de los que son víctimas desde hace décadas”.
“Mis atacantes eran dos jóvenes y nunca los había visto. No querían pegarme como persona, eso está claro, apuntaron al papel que tengo” añade Monseñor.
¿Qué pensaste mientras te sujetaban a punta de pistola? ¿Repasaste toda tu experiencia como misionero en África?
“Estaba seguro de que me matarían. Solo pensé: que así sea, estoy listo. Mi vida está entregada. Y eso es todo … No tuve mucho tiempo y me concentré en el momento que estaba viviendo. Por un momento calculé si había una vía de escape, pero de inmediato descarté la idea, hubiera sido absurdo que me mataran de un balazo en la espalda. Hablé, hablé y no respondieron. Luego se dispararon los tiros, seis o siete, y cuatro me dieron en las piernas. Cuando ya estaba en el suelo creo que me golpearon en la cabeza”.
¿Volverá a su puesto tan pronto como le sea posible?
“Claro, un instante después de que me recupere. Mi gente está sufriendo más que yo por lo sucedido. Saldremos juntos, más fuertes y, espero, más sabios que antes. Cuando acepté el nombramiento como obispo supe que podía correr algunos riesgos, pero la idea de ser víctima de una emboscada premeditada nunca me pasó por la cabeza. Ahora que lo pienso, fue una ligereza mía: esta tierra ha sufrido tanta y tanta violencia que se ha olvidado del valor del diálogo. La gente conoce el amor, pero necesita ser educada para la paz. Mientras me llevaban al aeropuerto, una mujer en la calle gritó: «Vuelve, padre, si tienes que morir, moriremos juntos»”.
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