«Sudán del Sur está en camino, pero el camino será largo»: obispo Carlassare

«Sudán del Sur está en camino, pero el camino será largo»: obispo Carlassare

Christian Carlassare, misionero comboniano, es el obispo más joven de África. Nacido en Schio (Vicenza), en 1977, inmediatamente después de su ordenación sacerdotal en 2004, partió hacia Sudán del Sur, donde estudió la lengua nuer y trabajó primero como vicario parroquial y luego como párroco en el estado de Fangak. El 8 de marzo de 2022, el Papa Francisco lo nombró obispo de Rumbek, capital del Estado de los Lagos (Buhayrat), en el centro de Sudán del Sur.

Un mes antes de su ordenación episcopal, prevista para mayo del 2021, el misionero sufrió un grave ataque que le provocó una incapacidad temporal en las piernas. Una vez recuperada su salud, finalmente pudo recibir la ordenación episcopal en la catedral de la Sagrada Familia de Rumbek el 25 de marzo de 2022.

Después de un tiempo, el obispo Carlassare reconoce que la experiencia traumática del ataque que sufrió acabó uniéndolo aún más con el pueblo al que estaba llamado a servir. «Aquella noche, -recuerda- dos personas entraron y nos pusieron contra la pared, como si quisieran matarnos. Luego bajaron las armas y dispararon una docena de tiros y así algunos disparos me dieron de lleno en las piernas. Fue una gran humillación que me enseñó a ser humilde, un hecho muy duro para mí y para la diócesis, un ataque incomprensible (un sacerdote de la diócesis de Rumbek y cuatro laicos fueron condenados por el ataque). Sin embargo, en ese sentido me obligó a solidarizarme con muchas víctimas inocentes, con el propio pueblo de Sudán del Sur que, debido a la violencia, la arrogancia, la ambición de poder y el deseo de controlar los recursos, está sometido. He hecho causa común con muchas víctimas y doy gracias al Señor por su presencia en ese momento y también por cuando regresé herido entre un pueblo herido: nos levantamos juntos creyendo que sanar es posible».

Con esta mirada sobre sí mismo y sobre las personas que lo rodean, el obispo describió para la Agencia Fides el momento que vive el país más joven del mundo (que se convirtió en Estado independiente en 2011), a partir de los resultados del llamado Revitalised Agreement, el acuerdo firmado el 12 de septiembre de 2018 para poner fin a la guerra iniciada en 2013 entre las dos facciones enfrentadas lideradas por Salva Kiir, ahora presidente, y Riek Machar, primer vicepresidente del país.

«El acuerdo de paz se mantiene, no hay ningún conflicto abierto en el país, aunque algunas zonas todavía están controladas por las milicias, especialmente en el Alto Nilo, donde las tensiones son más evidentes. No es casualidad que allí se concentren los mayores recursos como el petróleo o los cultivos que podrían alimentar a todo Sudán del Sur. Desgraciadamente, el problema es que el acuerdo político seguirá siendo muy frágil mientras haya hambre y pobreza», lamenta el obispo de Rumbek.

Desde 2018, año del acuerdo, se han dado pasos adelante, aunque el camino hacia la estabilidad, la recuperación económica y la democratización completa sigue siendo muy largo.

El obispo misionero recuerda que las elecciones fueron pospuestas hasta diciembre de 2024. «Según el Acuerdo debían haberse celebrado en agosto de 2022, pero fue imposible, así que las pospusieron porque había toda una serie de otras resoluciones que aún no se habían implementado o simplemente fueron esbozadas. Entre ellas, la unificación del ejército, algunas reformas del gobierno nacional y regional, y luego surgió la necesidad de organizar el aparato electoral y eso, sin una oficina de registro, es imposible. El último censo data de 2010, cuando aún no existía el estado de Sudán del Sur. No se sabe cuáles deberían ser los nuevos distritos electorales. Además, muchas personas están desplazadas dentro y fuera del país, ¿dónde deberían votar? En realidad, las elecciones son un tema de actualidad, pero muchos se preguntan cómo será posible celebrarlas. El gobierno está seguro: ‘¡Lo haremos!’ dicen una y otra vez. Y tal vez se harán, pero para lograr una verdadera democracia necesitamos haber recorrido un largo camino», comenta el comboniano.

Entre las cuestiones abiertas más controvertidas se encuentran la de la reunificación del ejército y la organización del poder. Durante muchos años, varias milicias y grupos armados se han enfrentado duramente, cometiendo crímenes atroces y llevando al joven país al borde de la catástrofe. Ahora deberían unirse en un solo ejército que debería garantizar la seguridad de todos, no solo de sus propios grupos étnicos o tribus. «El grupo de gobierno administra lo mejor que puede. Pero no hay planes a largo plazo. En cuanto a la reunificación del ejército, todos los soldados acudieron a los cuarteles de reclutamiento para recibir formación y entrenamiento. Tal y como se les ordenó fueron, pero permanecieron aislados en estos campos sin ser asignados. Hay milicias no integradas, especialmente en aquellas regiones donde la situación es más problemática, como el Alto Nilo. Se han logrado algunos avances, pero todavía son muy pocos», cuenta Carlassare.

En cuanto al proyecto de reorganización de los ministerios, tras el acuerdo de unidad nacional hubo una repartición del principio de responsabilidades y para cada ministerio asumieron hombres del gobierno y de la oposición; pero el obispo describe una situación en la que falta un proceso de diálogo nacional abierto a todos, incluso a los grupos marginados: «Existen muchas otras oposiciones en Sudán del Sur y no todos los grupos se sienten representados. Hay muchos grupos étnicos en el gobierno, los más representados son los dinka y los nuer, pero hay algunos más pequeños como los acholi, zande scilluc que no están integrados y no se sienten representados. Algunos grupos no cuentan con los servicios básicos, la vida de la gente sigue como hace 50 años, el desarrollo solo se percibe en algunas zonas». A pesar de ser un país rico en recursos y bendecido con una naturaleza exuberante, Sudán del Sur se encuentra en el último lugar de las estadísticas globales de desarrollo y bienestar.

El obispo Carlassare explica que «el problema más grande es la crisis económica. Hay un intento de iniciar empresas locales para explotar el petróleo en beneficio de la propia población de Sudán del Sur, pero aparentemente los recursos siguen siendo un privilegio para unos pocos y una maldición para el resto de la población. Después del acuerdo se esperaba que la moneda se mantuviera firme frente al dólar, pero en cambio está perdiendo poder adquisitivo y la gente se muere de hambre. Hay poco emprendimiento, poca capacidad para abrir empresas. Finalmente hay un impulso para comprar más productos locales, pero todavía hay muchos que vienen del extranjero».

El papa Francisco ha seguido con especial atención a Sudán del Sur desde el inicio de su pontificado. Ha hablado varias veces de la situación del país durante el rezo del Ángelus, ha convocado distintas vigilias de oración y convocó un encuentro en el Vaticano que ofreció al mundo la poderosa imagen del beso de Francisco en los pies de los líderes políticos y religiosos de Sudán del Sur. En febrero pasado visitó el país.

«La atención del Papa hacia Sudán del Sur, – reconoce el obispo comboniano –, ha tenido y tiene una influencia positiva en la política nacional. Ha favorecido el acuerdo de paz y el proceso de formación de gobierno de unidad nacional. Su viaje ha dado mucha esperanza y muchos ánimos a una población pobre y desesperada. La situación, como bien sabe el Papa, sigue siendo muy grave ya que hay dos millones de refugiados en el extranjero, otros tantos desplazados internos, grupos armados todavía activos en algunas zonas y víctimas de los graves efectos del cambio climático. Todo esto, combinado con la crisis económica, hace la vida muy difícil para muchos. Sudán del Sur está en movimiento, pero el camino será largo. De ahora en adelante será importante dar pasos hacia la democratización, las elecciones, el deseo de implicar cada vez más personas en la administración del país y limitar el espacio de maniobra de quienes quieren continuar la guerra como medio de supervivencia de su grupo».

El Sínodo sobre la sinodalidad contó con una gran participación numérica y cualitativa de las comunidades católicas africanas. La voz del continente con sus sufrimientos, sus problemas, así como con sus recursos y sus infinitas riquezas humanas y materiales, estuvo presente en las reuniones de la Asamblea que acaba de concluir en el Vaticano. Moseñor Carlassare recuerda que, aunque tarde a causa del atentado sufrido, recibió la ordenación episcopal en marzo de 2022, una vez iniciado plenamente el proceso sinodal, «para nosotros el Sínodo ha abierto un camino de participación compartida entre grupos que en el pasado estaban divididos entre sí, como el clero diocesano y los religiosos, o como el clero y los laicos. Para este país es esencial que crezcan comunidades fuertes y maduras, capaces de incidir en la sociedad a través de decisiones inspiradas por la fe, y que solo pueden partir desde abajo. Decisiones valientes, incluso inconformistas si fuera necesario. Todo esto ayuda a superar las divisiones dentro del propio pueblo cristiano, mayoritario en el país, pero que a veces vive en medio de cierta confusión; y también hacia otras culturas, como los dinka o los nilóticos, que aún no han reconocido el Evangelio y el mensaje de Jesús».

Crédito de la nota: Agencia Fides.